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El pasado domingo 8 de diciembre, el Astillero Naval Federico Contessi de Mar del Plata concretó la botadura número 150 de astillero con el buque pesquero “LEONILDA”, un evento que coincide con la celebración de los 150 años de Mar del Plata que estamos transitando en el 2024, los 75 años del astillero y un profundo homenaje familiar que trasciende la construcción naval.

La ceremonia no solo representó un hito industrial sino un testimonio viviente de la trayectoria de una familia que ha transformado la construcción naval argentina. El buque “LEONILDA”, bautizado en honor a Leonilda Novelli de Contessi, esposa del fundador Federico Contessi, fue un tributo emotivo a quienes sostuvieron este emprendimiento con trabajo, pasión y una inquebrantable resiliencia.

En este marco histórico, Revista CENTRAL recordará la entrañable entrevista realizada hace unos años a Federico Contessi, que cuenta la historia de la empresa junto a la palabra de un constructor naval, que llegó desde Italia con solo 16 años y fundó lo que hoy es un referente de la industria marítima argentina. La presente publicación presentará un recorrido generacional único, con testimonios exclusivos, asimismo, de su hijo Vito Contessi y su nieto Leandro Goñi, quienes han mantenido vivo el legado de un astillero que evolucionó desde pequeñas embarcaciones de madera hasta complejos buques pesqueros de acero.

La historia del Astillero Naval Federico Contessi es un relato de superación: desde los primeros barcos construidos bajo el nombre “La Juventud” hasta convertirse en un complejo industrial capaz de producir hasta 8 embarcaciones simultáneamente, la empresa ha atravesado crisis, un devastador incendio en 1974 y múltiples desafíos económicos, siempre sostenida por su premisa fundamental: “calidad y seguridad puestas al servicio del hombre de mar”.

Cada capítulo de esta saga empresarial refleja la evolución de la industria naval argentina. Inicialmente dedicado a la construcción de embarcaciones en madera, el astillero dio un salto cualitativo en 1977 con la construcción de su primera nave en acero naval, marcando un punto de inflexión tecnológico. La especialización en buques pesqueros —costeros, de altura, congeladores, palangreros y tangoneros— demuestra la capacidad de adaptación y versatilidad de un emprendimiento que nunca perdió su esencia artesanal.

La inversión continua ha sido otro pilar fundamental. En 2019, el astillero emprendió un ambicioso plan que incluyó la ampliación de 900 m2 de naves existentes, la incorporación de dos puentes grúa y la construcción de una nave industrial de 85 metros de largo, 20 de ancho y 22 de altura. Esta infraestructura les permite construir hasta 4 buques simultáneamente en la nueva instalación, duplicando su capacidad productiva.

La botadura del “LEONILDA” no es solo la incorporación de un nuevo buque pesquero, sino un símbolo de continuidad, innovación y compromiso con la industria nacional. Representa la capacidad de una familia y un astillero de reinventarse constantemente, manteniendo el espíritu artesanal mientras se adaptan a las más modernas tecnologías de construcción naval.

Con esta nueva embarcación, Federico Contessi -quien falleció en 2023 a los 92 años- sigue presente: su legado navega en cada barco, en cada decisión, en el compromiso de mantener las fuentes de trabajo y en la apuesta permanente por el desarrollo industrial de Mar del Plata y la Argentina.

La presencia de las cinco bisnietas de Leonilda Novelli de Contessi como madrinas —Elena Angeleri, Olivia Eilskov Glaser, Emilia Goñi, Ines Angeleri y Delfina Gil Goñi— coronó un momento que es mucho más que una simple botadura: es un acto de memoria, de continuidad familiar y de celebración de la industria nacional.


Primera Generación:

Haciendo Historia

En la edición 16 de Revista CENTRAL, tuvimos el honor de dedicar nuestra nota de tapa a Federico Contessi, bajo el subtítulo “Con los pies en la tierra y el alma en el mar”. En esa ocasión, también entrevistamos a su hijo, Domingo Contessi. La historia de Federico y su astillero en el puerto de Mar del Plata, con sus icónicas botaduras de barcos, ya era un relato conocido por los mayores, pero seguía despertando preguntas. ¿Qué tenía ese astillero que lo hacía tan especial? ¿Era la figura de un hombre, que por entonces contaba con 83 años, y trabajaba incansablemente en su carpintería? ¿Tal vez la conexión con los sueños de los inmigrantes, o el simbolismo de las botaduras, que parecían reflejar el acto de soltar un hijo al mundo?

¿Cómo fueron los comienzos de Federico Contessi hasta que fundó el astillero?

Domingo Contessi: Mi padre nació en 1931, en la ciudad de San Benedetto del Tronto, en la región de Le Marche, Italia. Su infancia estuvo marcada por la pobreza y las adversidades. Cuando mi abuelo, Doménico Contessi, emigró a la Argentina para unirse a su hermano pescador, mi padre apenas tenía cuarenta días de vida. Pasaron dieciséis años hasta que la familia pudo reunirse en Argentina, tiempo durante el cual mi padre vivió en Italia bajo condiciones extremadamente difíciles. El pueblo donde vivían fue bombardeado, y su casa quedó completamente destruida, obligándolos a refugiarse en una cueva.

Desde los siete años, mi padre aprendió el oficio de carpintero naval gracias a sus tíos, que trabajaban en un pequeño astillero. Sin embargo, para no decepcionar a mi abuelo, quien deseaba que siguiera la tradición familiar como pescador, aceptó probar suerte en el agua. Pasó quince días a bordo de un barco, pero su desempeño fue un desastre total. Cuando regresó, mi abuelo le preguntó qué sabía hacer realmente, a lo que respondió que sabía trabajar en barcos. Entonces, mi abuelo lo dejó en un astillero dirigido por un español llamado Laureano Bermúdez, quien sería su único empleador en Argentina.

Comenzó ordenando herramientas y materiales, pero en solo seis meses ya era el capataz del astillero. Dos años después, Laureano le dijo que no le pagaría más el sueldo hasta que se independizara. Fue entonces cuando mi padre encontró una pequeña lancha a la venta y decidió comprarla con el dinero que Laureano le debía. Sin poder pagarle en efectivo, Laureano le entregó maderas y herramientas como compensación. Con la ayuda de mis abuelos, mi padre compró la lancha, la reparó y la vendió. Con el dinero obtenido, adquirió un terreno en Magallanes y Martínez de Hoz, donde estableció su primer astillero, llamado “La Juventud”.

A los diecinueve años, mi padre ya había fundado su propia empresa, un taller naval donde comenzó reparando barcos, comprando madera y acumulando recursos con la meta de construir su primer barco nuevo. Esa oportunidad llegó a comienzos de los años sesenta, y en 1961 botó su primer barco, el “Compagnelo”, de veintidós metros de eslora. Fue una de las embarcaciones de madera más grandes construidas en Mar del Plata, marcando un inicio por la puerta grande.

En 1965, fundó oficialmente el Astillero Naval Federico Contessi y Cía.. Hoy, el astillero sigue funcionando, con los hijos de los primeros colaboradores trabajando en él, reflejo de una tradición que ha perdurado por generaciones.

La relación de los Contessi con el mar viene de mucho más atrás que Federico; sus antepasados también estuvieron ligados a la pesca.

Domingo Contessi: Mi padre se dedicó a la industria naval, y la empresa fundacional del grupo es el Astillero, pero la historia de nuestra familia y la pesca se remonta a generaciones anteriores. A la pesca la llevamos en la sangre. Mi abuelo salía a pescar, mientras que mi abuela tejía las redes que él utilizaba. Sus padres y abuelos también vivieron de esta industria. Venimos de un pequeño pueblo pesquero llamado San Benedetto del Tronto, en la región de Le Marche, Italia. Es un lugar muy similar a Mar del Plata, incluso en su idiosincrasia y espíritu comunitario. El abuelo de mi padre murió en Italia en un naufragio, a bordo de un barco a vela, lo que marcó profundamente nuestra relación con el mar y con el riesgo inherente a esta actividad.

¿Cómo se desempeñan las mujeres de la familia dentro de la empresa?

Domingo Contessi: Mamá no solo fue la compañera de papá durante toda su vida, sino que también estuvo involucrada en la empresa desde sus comienzos. De su unión nacimos mis tres hermanas y yo, y los cuatro estamos vinculados a Astilleros Contessi.
Mi hermana mayor, Evelina, es la gerente administrativa no solo del Astillero, sino también de otras empresas del grupo. Felisa, por su parte, se encarga de las compras. Alejandra, aunque trabaja de forma más independiente, gestiona trámites en Buenos Aires y lleva adelante la parte más institucional. Aunque ella no cumple un horario fijo como nosotros, está activa en varios proyectos importantes.

¿Lo viven como un mandato familiar o les apasiona la vida del astillero?

Domingo Contessi: Es un poco de ambas cosas. Nunca se nos obligó a trabajar aquí, pero desde el primer año de la secundaria, todos comenzamos a involucrarnos. Tengo mi primer recibo de sueldo de 1986, cuando tenía dieciséis años. Evelina, por ejemplo, tenía el sueño de estudiar ingeniería, pero en medio de la reconstrucción del astillero, el encargado de la administración falleció de una embolia cerebral. Mi papá le pidió que lo reemplazara y que estudiara ciencias económicas, lo que hizo mientras asumía esta gran responsabilidad a los quince años.

Yo, por otro lado, tenía inclinación por la abogacía, pero mi rol fue apoyar a Evelina. Por eso, también decidí estudiar ciencias económicas. Sin embargo, el entusiasmo de mi papá por el trabajo es contagioso; su pasión influye en toda la familia. Siempre quisimos ayudar y ser parte de este proyecto.

Trabajar en el astillero tiene algo profundamente gratificante. Aquí ves cómo nace un barco, cómo crece, y luego, cómo lo dejas partir. Cada barco que construimos es una experiencia única, que te llena de orgullo. Esta tarea termina enamorándote.

CONOCIENDO A DON FEDERICO

Había llegado el momento de conocer al motor principal de esta industria emblemática de la ciudad. Atravesamos el galpón de más de 100 metros mirando de reojo esos gigantes en construcción. Entrando a la carpintería, confundido entre los operarios, estaba Federico Contessi, vistiendo un overol azul y cortando madera en la sierra. Ese hombre de 83 años, encorvado por sus problemas de cadera y rodilla que lo obliga a usar un carrito eléctrico y un ascensor para desplazarse por las instalaciones, cumple horario como cualquiera de sus obreros. Tiene una voz ronca acompañada por una tonada italiana inconfundible. De mirada severa y precisa, es el alma del lugar, lo ocupa en su totalidad. Con firmeza le da órdenes a nuestra fotógrafa que intenta hacer la primera toma. “Rápido que estoy ocupado” sentencia. La primera pregunta lo aflojó al instante ya que habíamos observado algo muy importante para él y eso lo predispuso a abrirse en una charla amable que interrumpió en más de una oportunidad porque no dejaba de dar órdenes a los obreros con los que iba cruzándose.

¿Pasa mucho tiempo en la carpintería del astillero?

Federico Contessi: Mi familia era de constructores navales y mis inicios fueron mamando maderas. Hoy en día, con la maquinaria que hay, se pueden hacer milagros. Pero hay gente a la que le cuesta asumir que pueden ser responsables de esos milagros. A mí me gusta hacer el milagro.

¿De dónde salió tan metódico?

Federico Contessi: La vida es metódica. Todos hacen trampa y yo no hago trampa. Con nadie.

Hay una leyenda escrita en letras gigantes en la pared del astillero “Dios, trabajo y amor.” Adelante y detrás de mí está Dios. Porque si no, yo no hubiese podido hacer todo lo que hice. ¿Sabe una cosa? Para mucha gente la disciplina no tiene ningún valor. Es muy poca la gente que habla de trabajo como pasión. Generalmente no tienen pasión por el trabajo, tienen pasión por el amor. Pero cuando hay que esforzarse, prefieren que lo haga otro.

(“Fe en Dios, fe en el país y fe en la pesca” era la frase original que podía leerse en su astillero hasta que Federico la reemplazó por la actual “Dios, trabajo y amor”, decidió cambiarla debido al litigio que mantiene hace 18 años con el Consorcio Portuario Regional de Mar del Plata por el uso de las tierras que ocupa el astillero).

Federico Contessi: Yo hice un astillero. Y ahora me dicen que está construido sobre tierras del Estado y la Provincia se adueña de todo. Yo tengo que pagar lo que nadie paga en el puerto. Y tengo que pagar porque he hecho una gran obra. Es algo que no se puede entender. Deberían premiarme por haber hecho la obra más grande sin créditos, ni subsidios. No es fácil.

Dejando la ruidosa carpintería nos trasladamos a una sala que casi es un museo del astillero para charlar más tranquilos. El lugar está repleto de simbología, maquetas y fotos antiguas. Federico acompañado siempre por su hijo Domingo recorre el lugar con mucho orgullo.

Federico Contessi: Si le llama la atención algo pregunte, sino calle para siempre.

¿Qué son estas máquinas de escribir viejas y oxidadas?

Federico Contessi: Sufrimos un incendio el 2 de febrero de 1974. Entonces guarde esa pieza de recuerdo para reflexionar sobre que ese día tuve más problemas que los que pueda llegar a tener hoy. Nunca son pocos los problemas que se podrán tener en el futuro. Siempre están en la puerta.

Sobre una de las paredes hay un mural repleto de información que Federico encargó especialmente a Gustavo Pujalte, un artista marplatense.

En el mural observamos a un joven preocupado frente a una vela de barco, ¿es usted?

Federico Contessi: Está preocupado porque cuando se pierde un barco siempre es posible que se pierdan vidas. La vela representa a la embarcación de mi abuelo que data del año 1922, con la cual naufragó. Once años antes de que yo naciera. Y perdieron la vida diez personas. Entonces, en el mural está reflejado que hay que tener mucho cuidado.

Su infancia lejos de su padre imaginamos que fue dura.

Federico Contessi: Yo viví quince años sin conocer a mi padre. Cuando vine a este país recién lo conocí. No puedo relatar todo lo que se vive, se sufre y se llora. Por casi quince años no crucé una palabra con mi padre, ni recibí un beso de su parte. No se puede imaginar lo que significa eso. El destino de papá fue bueno porque su padre murió en el mar y él también pudo haber muerto ahí, pero vivió.

¿Se imaginó a alguno de sus hijos haciendo otra cosa que no sea seguir con el legado familiar?

Federico Contessi: Yo no los llame, pero les prohibí hacer otra cosa. Y estoy arrepentido fuertemente porque Argentina es un país especial. Recuerdo que cuando mi hijo Domingo me anunció que quería ser abogado le dije que le cortaría la pierna, porque abogado es aquel que tiene el corazón para serlo. Después me dijo que estudiaría ciencias económicas y abogacía por mí. Y le contesté que eso era peor aún. No quería que un hijo se me muera en una facultad por estudiar. Le dije que se deje de embromar, que no estudie nada.

¿Con tanto trabajo tuvo tiempo para su familia?

Federico Contessi: Si tengo que decir la verdad, tal como esperaban mis hijos, me di cuenta que no. Como esperaban ellos. Pero les di el único amor que tuve en la vida. Si yo tengo que decir que estoy seguro que son felices, seguro macaneo. Macaneo porque muchas veces me doy cuenta que a mí me gustó este trabajo pero ellos no hicieron un juramento con el trabajo. O yo no les pregunté si habían hecho un juramento con el trabajo. Si yo vengo un domingo a las tres de la tarde me encontraré con mi hija trabajando. Y le diré que se vaya. A la segunda vez que se lo repita, rezongará. Y eso me sirve para entender que está atrasada y que tiene que terminar.

Me casé con la única novia que tuve y la acompañé desde el día que nos casamos hasta el momento en que murió. Este domingo fue el primer domingo que no fui a visitarla al cementerio. Todos los domingos voy a verla, le llevo rosas y voy a misa. Como este domingo me sentía tan mal, no fui. No es fácil dar el amor que los hijos hoy esperan. No les hice faltar nada y fueron a las mejores escuelas. ¿Cómo puedo saber yo si son felices? Si les pregunto tengo miedo de que me contesten que no.

¿Y su esposa le reclamaba esa obsesión por el trabajo?

Federico Contessi: Yo salía de mi casa el domingo a la tarde y le decía a mi señora que tenía que ir al astillero. ¿Ahora, Domingo? era la primera respuesta de ella. Y siempre era lo mismo. Venía acá y siempre me sentía mejor. O sea, no es fácil explicarlo. Hay personas que tienen muchos amores y yo prefiero tener la costumbre de un amor, la de convivir con una actividad que amo.

¿Se toma algún día de descanso?

Federico Contessi: No. Es muy triste mi día de descanso. Los primeros veintidós años no tuve ni un día de descanso. Llegué a Mar del Plata el once de agosto de 1947 y después de veintidós años, me fui 20 días a Europa por primera vez.

¿Cómo fue ese viaje a su tierra natal?

Federico Contessi: Llegué a Roma y tomé el tren para ir a San Benedetto del Tronto. Llegué al hotel, crucé la calle y a cien metros estaba la casa donde nací que luego fue destruida por la guerra. Cuando me fui para la Argentina, estaba el hoyo donde había caído la bomba y la casa estaba medio destruida. Pero la recuerdo como un palacete. Yo me fui de allí con quince años y llegué aquí con dieciséis. Y, sinceramente, uno a los recuerdos los va agrandando. Es algo natural.

¿Planeó algún viaje familiar de vacaciones?

Federico Contessi: Yo tenía comprado el pasaje desde hacía dos años para hacer una recorrida por Italia, España, Francia, Austria, Holanda e Inglaterra. Iba a hacer el único viaje que iba a regalarles a mis hijos. Estaba todo el viaje combinado para regresar a través de Nueva York y Miami. Durante dos años y medio pague los pasajes. Se lo propuse a mi familia y les dije a mis hijos que si no se llevaban ninguna materia y se recibían los llevaba a hacer ese viaje. Pero ¿Qué pasó? El Rodrigazo. Perdí todo. Igual me encapriche y seguí pagando.

¿Cree que ahora el cuerpo le está pasando factura por tanto sacrificio?

Federico Contessi: Cuando nació Domingo estaba internado en el Hospital Italiano porque nunca había tenido tiempo para hacerme un chequeo y fui a hacerme uno un día que no podía caminar. Todo el mundo me decía que era una locura lo que estaba haciendo con mi cuerpo, pero si Dios quiere me va a sostener. Si Dios no quiere, no podré. Antes nos moríamos a los treinta y cinco años. Yo voy por los ochenta y tres.

¿Y su relación con el dinero cómo ha sido?

Federico Contessi: Aquí la plata fue manejada, en primer lugar, por Leonilda, mi señora y luego por Evelina (su hija mayor). Un día hice un trabajo y me pagaron con un cheque. Era una fortuna. Le pedí a mi mujer si me acompañaba a Buenos Aires a cobrarlo porque me daba miedo. Yo tenía un astillero, pero no tenía casa. No tenía un terreno o un auto, mi primer coche fue un Renault Gordini, pero tenía un astillero. Yo nunca tuve la plata en mi mano. Jamás.

¿Cómo ve o cómo sueña que estará el astillero en veinte años?

Federico Contessi: Si tengo que mirar de aquí a veinte años, estoy preocupado por mis hijos. Es demasiado el sacrificio que están asumiendo. Como todo no puede ser rosa, y las rosas tienen espinas, he tenido que pasar muchos sacrificios para hacer florecer a esta rosa. El éxito lo tuve al haber construido los mejores barcos que tiene la Argentina.

¿Qué valores les enseñó a sus hijos con su ejemplo en todos estos años?

Federico Contessi: Les enseñe a que no sean corruptos, que no hagan plata negra, que paguen los impuestos y que se preocupen por la gente. Se pueden imaginar que acá se paga por encima de lo que indica el convenio de obreros navales entre un 40% y un 127%: ¿Se lo pueden imaginar? Hasta hace poco yo decía que eso era el amor que tenía por la gente. Más que un astillero, esto ha sido una escuela. La escuela, hoy en día en Argentina, es muy necesaria. Los chicos la necesitan.

¿Qué consejo les deja a sus hijos que seguirán con su legado?

Federico Contessi: Uno solo. Que nunca actúen mal con nadie por más malo que haya sido. Y me dirán: “Papá, es el problema más grande que tenemos con vos”.

La entrevista se ve interrumpida por una sirena estruendosa que marca la hora de salida de los obreros, al escucharla, Federico cambió su actitud corporal comunicándonos que ya era tiempo de ir terminando. Por ello aprovechamos para hacer la última pregunta.

Lo llaman “Don” Federico Contessi y el “Don” es algo que se gana en la vida. No se puede estudiar para ser llamado así. ¿Qué hizo para merecerlo?

Federico Contessi: No hice nada más que hacer lo que me gusta y buscar la forma de irme puliendo siempre un poco más.

Hasta aquí la nota que reflejó de cuerpo y alma lo que representó Don Federico para su familia, la empresa y para todos los marplatenses. Federico Contessi fue la encarnación del trabajo incansable, el sacrificio y la pasión por construir, no solo barcos, sino también un legado que trascendió generaciones. A lo largo de su vida, marcada por la disciplina, el amor por su oficio y una fe inquebrantable en el esfuerzo, dejó un testimonio valioso de lo que significa dedicarse con alma y cuerpo a una misión. Aunque reconoció los costos personales de su compromiso, su mirada hacia el futuro siempre reflejó tanto preocupaciones como esperanza: la certeza de haber forjado algo único y el deseo de que quienes siguieran sus pasos mantuvieran vivos los valores que lo guiaron. Contessi fue, al final, más que un constructor; se convirtió en un símbolo de perseverancia y en un recordatorio de que las grandes obras nacen del sacrificio y el amor al trabajo. Su partida dejó un vacío irreparable, pero también un ejemplo que perdurará en el tiempo y que hoy continúan, entre otros, con el testimonio de las generaciones sucesivas: Vito Contessi y Leandro Goñi.

Segunda Generación:

Construyendo El Presente

El Astillero Contessi no es solo un taller naval, sino un capítulo fundamental en la historia de la industria pesquera argentina. En la siguiente entrevista, Vito Contessi, hijo del fundador Federico, nos sumerge en un viaje que comienza con la inmigración de su padre desde un pequeño pueblo pesquero del Adriático hasta convertirse en uno de los constructores navales más respetados de Argentina. Con la pasión de quien conoce cada rincón de su empresa y la mirada crítica de un empresario que ha sobrevivido a múltiples crisis, Vito nos cuenta cómo un astillero pequeño se transformó en una fábrica de sueños, oportunidades y, sobre todo, en un multiplicador de trabajo para pescadores y empresas de toda la región patagónica.

¿Sos el CEO de la empresa?

Vito Contessi: Soy el presidente del directorio, pero somos un equipo que nos manejamos como tal, así que no recaen todas las responsabilidades en mí, como en algún momento sí recayeron en Federico cuando él estaba a cargo. Hoy tenemos al ingeniero Leandro Goñi como jefe del departamento técnico, mis hermanas en la parte administrativa y de compras, y yo estoy más en la parte comercial e institucional ya desde hace muchos años, entre otros miembros claves dentro del taller y la oficina técnica que conformamos este equipo.

De las 150 botaduras, ¿en cuántas estuviste?

Vito Contessi: Me debo haber perdido las primeras 10 más o menos. El primer barco fue en el 61, yo nací en el 69, y toda esa primera etapa del nacimiento de la empresa no la viví, sí la vivió mi hermana mayor.

¿Te acordás del incendio?

Vito Contessi: No, era muy chico, tenía 4 años. Me acuerdo de ver llegar a papá llorando la noche y después, todo lo que fue la etapa de recuperación del incendio fue traumática y pintoresca a la vez. Trabajando en un medio caño que era oficina, depósito, vestuario todo junto, comenzando desde cero y empezando a soñar en un nuevo taller y layout de la empresa. Fue admirable de Federico cómo en la adversidad rápidamente empezó a tratar de sacarle la parte positiva y ver cómo refundar la empresa.

Federico es mi papá, fundador del astillero. Vino al país en 1947 con 16 años, hijo de pescadores. Mi abuelo había estado desde que papá había nacido, con la idea de juntar dinero y traer al resto de la familia. Quedaron separados por 16 años durante la Segunda Guerra Mundial.

Mi padre pasó su infancia en la pobreza, porque mi abuela tejía redes en un pueblo de pescadores en el Adriático. Cuando se junta la familia, mi abuelo quería que uno de sus hijos fuera pescador. Mi papá, para no defraudar a su padre, salió a pescar, pero rápidamente se dio cuenta que no servía. Había aprendido el oficio de carpintero naval desde muy chico, trabajando con sus tíos en astilleros en Italia.

Los primeros barcos eran de madera, ¿y no tenían ni siquiera un ingeniero que hiciera los planos?

Vito Contessi: Exacto. Todo era autodidacta. Ellos tenían la forma del barco en su cabeza y empezaban a hacer el barco sin un plano y luego contrataban un dibujante naval para que hiciera el replanteo y presentar el plano en prefectura. Muchos de esos barcos todavía siguen operando. Por ejemplo, el número 2, el Libertad, es un barco que sigue pescando activamente, de madera, y tiene 63 años.

150 botaduras en 75 años de historia de una empresa en Argentina deben ser como 500 años en Suiza, ¿no?

Vito Contessi: Sí, especialmente en un sector como la industria naval, bastante denostado por la política argentina. Cuando arrancamos en los 50-60, Argentina era una potencia naval. En los 70 se construían buques graneleros, portacontenedores, buques de guerra. Nosotros éramos un astillero de nicho y muy pequeño.

A mediados y fines de los 80, especialmente en los 90, toda esa industria naval desapareció y nosotros quedamos como una excepción, construyendo barcos en un país que le daba la espalda al mar y a la industria naval.

La falta de visión estratégica fue clave. La industria naval siempre fue proveedora de industrias con mayor lobby. Un ejemplo: cuando se desarrolló la pesca industrial, en lugar de desarrollar astilleros locales, se optó por importar barcos usados. El decreto 440 de 1971 permitía importar barcos sin aranceles, sin límite de antigüedad. Se importaron más de 120 barcos.

¿Se fue a traer cualquier porquería?

Vito Contessi: Cualquier porquería. De hecho, de 120 barcos, creo que eran unas 70, 80 empresas que habían traído barcos, a los 10 años no quedaban ni el 10%. Todas se habían fundido. Como dice el refrán, lo barato sale caro. Crecer con una unidad productiva, que si bien era barata, era ineficiente, tenía mucho gasto de mantenimiento, no estaba diseñada para nuestro caladero, terminó siendo contraproducente para el propio sector.

Obviamente, en el medio hubo muchas otras inestabilidades económicas. Pero eran empresas que partían con el concepto del corto plazo, de tener rápido una flota y no había un crecimiento planificado, sostenido, armónico.

¿Con los años, sobre todo después de los 70, esa mirada cambió?

Vito Contessi: No, se empeoró. En los 90 se profundizó con la apertura indiscriminada del caladero a empresas de capitales extranjeros, cuando se comenzaron a limitar los permisos de pesca. Hasta fines de los 80, si querías dedicarte a la pesca, ibas y pedías un permiso, te lo daban. Era un negocio abierto.

A partir de fines de los 80 y comienzos de los 90, se cierra el otorgamiento de un permiso de pesca. No podías emprender tu propia empresa pesquera, sino que tenías que reemplazar un barco preexistente, comprarle el barco o el permiso a quien tuviera ya una empresa pesquera.

Lo curioso fue que cuando se ponen esas limitaciones, se produjo la incorporación masiva más grande de buques que haya recibido caladero alguno en el mundo. Entraron por la ventana centenares de buques con permisos de pesca transferidos por medios poco santos, proyectos que se reavivaban estando caducados.

Fue una época de mucha corrupción durante los 90, pero también de crecimiento de la industria y de radicación de muchas empresas de capitales extranjeros. Los argentinos veíamos que a los barcos argentinos se les negaba permiso, mientras llegaban barcos nuevos de afuera que sí lo tenían.

¿Identifican momentos buenos para el astillero?

Vito Contessi: Sin lugar a dudas. El primer momento expansivo fue después del incendio, entre 1977 y 1978, con una serie de barcos de acero muy exitosa para empresas tradicionales de Mar del Plata como Solimeno, Moscuzza, Valastro, Ventura.

En los 80 y 90, por la restricción de permisos de pesca, hubo una contracción, pero nunca nos detuvimos. Comenzamos a construir barcos en stock para no parar la producción. Como la industria naval es a pedido, Federico nunca quiso dejar de trabajar.

Innovación en la Construcción Naval

Vito Contessi: Siempre hemos tratado de ser innovadores, viendo las tendencias mundiales. Introdujimos muchos conceptos nuevos en los caladeros argentinos: los primeros pórticos o hurlingham, los primeros barcos doble cubierta, el primer congelador a fines de los 80, los primeros barcos de plástico reforzado con fibra de vidrio.

Hoy estoy orgulloso de nuestra última línea de barcos de doble cubierta, con cabinas de aluminio, partes de plantas en acero inoxidable. El cambio está más en los detalles, modificando maniobras y siempre en interacción con pescadores y capitanes.

Cuando hicimos el libro de Federico llegábamos a los 125 barcos y estos últimos 25 han sido muy interesantes, gracias también al nuevo empuje del actual departamento técnico, que son todos jóvenes sub 40, egresados de la UTN de Mar del Plata. Estoy muy orgulloso del equipo que hemos formado y de su visión innovadora.

Viajando y observando, ¿a qué nivel está Contessi comparado con astilleros de otras partes del mundo?

Vito Contessi: No estamos muy lejos. Estamos lejos geográficamente, sí, pero si ves el layout de un astillero de primera línea y el nuestro, no varía mucho. La industria naval es bastante parecida y artesanal, sin muchas posibilidades de automatización en este tipo de barcos. Nuestro astillero no es muy distinto de uno holandés, dinamarqués o noruego.

Te contaré una anécdota de mi visita en 2019 a un astillero noruego: estaba recorriendo un barco para acuicultura de 40 millones de euros, de unos 45 metros de eslora, con toda la tecnología posible. Al examinar el casco, noté que la calidad de las soldaduras no era excepcional, incluso nosotros teníamos mejor mano de obra. Me explicaron que el casco lo habían hecho en Estonia y luego lo completaron allí.

¿Qué posibilidades tendría con recursos ilimitados?

Vito Contessi: Con un presupuesto ilimitado, podría hacer el mejor barco del mundo. Le podría poner estabilizadores, electrónica, todo el confort a bordo. Pero me tengo que adaptar a la coyuntura y realidad argentina. Lo que hago es adaptarme sin renunciar a la calidad artesanal que tenía Federico, quien tenía una obsesión por la excelencia naval y el cuidado de los detalles.

Esa misma filosofía tratamos de preservar hoy. Nuestros barcos tienen una imagen distintiva en sus formas, en la armonía de las líneas, en los detalles de las soldaduras. Eso es lo que nos diferencia.

¿Qué importancia le asignás al astillero dentro de la historia de Mar del Plata, la región y la pesca en Argentina?

Vito Contessi: Más allá de haber construido barcos, generado empleo o una empresa, la principal huella que deja el astillero es haber dado poder y oportunidades a muchos pescadores y pymes para desarrollar su primer emprendimiento empresarial o crecer con el que ya tenían.

¿Por qué? Porque a fines de los 80 se terminó el crédito oficial. La industria naval prácticamente no existe en ningún lugar del mundo sin crédito. Si en lugar de hacer barcos pesqueros hiciera un petrolero, éste valdría más que mi astillero. Sin financiamiento, no se puede construir.

Federico, con el afán de no desaparecer cuando muchos astilleros cerraban, aprendió a financiar barcos con fondos propios. Esto significó darles oportunidades a pescadores para convertirse en pequeñas pymes. Hemos sido una fábrica de pymes, y a veces de grandes empresas pesqueras. Darle oportunidades a gente que realmente se lo merecía es nuestro principal orgullo.

Somos una fábrica de empresarios que han transformado pescadores en empresarios, comenzando en el nivel de pyme con posibilidad de evolucionar. Hoy, si voy a la punta de la escollera, puedo decir que casi el 50% de la flota de media altura y costera son construidos por nosotros.

Me llena de orgullo saber que cada barco sostiene la materia prima de una planta pesquera, un camionero y un fabricante de redes. Hemos sido, sin proponérnoslo, generadores y multiplicadores de trabajo, especialmente en Mar del Plata y toda la Patagonia Argentina.

Hay una palabra clave: confianza. Financiar un barco a un pescador es un acto de confianza mutua. Y confío porque en el 95% de los casos nunca nos han defraudado.

Han pasado buenos y malos momentos en el astillero. ¿Cómo fue su estrategia de financiamiento?

Vito Contessi: Financiábamos barcos con la única garantía de la hipoteca naval, cuando ningún banco ya la aceptaba. No pedíamos hipoteca adicional, ni inmuebles, ni garantías personales. Confiábamos en la producción porque conocíamos su potencial.

En los malos momentos de la pesca, a veces teníamos que refinanciar y esperar. Si la cuota era de 30 mil dólares y el pescador solo podía pagar 5 mil ese mes, esperábamos. Si se le rompía el motor, nos demorábamos dos o tres meses para cobrar. Hubo algunos oportunistas, pero en general, el pescador nunca nos falló.

¿Cómo se siente con la coyuntura actual?

Vito Contessi: Lo que más me lastima es no poder dar las mismas oportunidades a pescadores y pymes que se las merecen. No es solo por restricciones de capital, sino porque hoy la industria pesquera no tiene los niveles de rentabilidad para repagar un barco.

Es importante destacar que no toda la pesca está perdiendo dinero, pero hay sectores en problemas. Lamentablemente, las autoridades no reconocen esta situación, lo que puede llevar a cometer grandes errores. Me duele no poder financiar a una pyme pesquera sabiendo que no podrá repagar el barco.

La situación es similar a la de los 90. La competitividad no es solo cambiaria. Sí, tenemos un tipo de cambio atrasado, pero el mayor problema son los costos distorsionados: laborales, servicios portuarios, estiba. La “torta de costos” de la pesca está completamente desajustada.

Además, como astillero, compro los insumos más caros del mundo. Puedo importar elementos importantes como chapa, motor y electrónica, pero no los 3.000 items pequeños. Los proveedores locales tienen precios entre 150% y 200% por encima de los internacionales, lo que nos quita competitividad absolutamente.

Hablemos de competitividad más allá de lo cambiario. ¿Qué otros aspectos son importantes?

Vito Contessi: La competitividad no es solo cambiaria. Es impositiva, logística y requiere cambios estructurales que Argentina necesita. El problema es que esos cambios no pueden darse inmediatamente. El Estado no puede bajar los impuestos hoy para darme competitividad, ni mejorar la logística de un flete que sale más caro de Puerto Deseado a Buenos Aires que de Buenos Aires a China.

Lo que veo es una asimetría que llamo “gradualismo selectivo”. Se nos pide a las empresas privadas competitividad inmediata cuando el Estado no puede proporcionarnos las herramientas para lograrlo. Muchas veces, un tipo de cambio alto solo tapa la falta de política industrial.

¿Cuál es tu visión sobre el rol del Estado?

Vito Contessi: El gobierno actual cree que el Estado debe retirarse, una filosofía que no compartimos. No queremos un Estado tonto como en el pasado, pero creemos que debe estar presente, aunque reducido, porque existen fallas de mercado y distorsiones que hay que corregir.

Estamos en una transición. Cómo la atravesarán nuestra empresa, nuestros proveedores y subcontratistas es una incógnita. Estamos preocupados, pero también entusiasmados porque por primera vez se tiene el superávit fiscal como norte y la lucha contra la inflación se ve como algo indispensable para el crecimiento del país a largo plazo.

En el contexto de los 150 barcos, ¿cómo nace la idea de esta celebración?

Vito Contessi: Queremos que sea un homenaje a nuestros clientes. Sabemos que no es el momento para festejar, pero 150 barcos no se van a repetir todos los días. Nos pareció una obligación homenajear a nuestros clientes porque en definitiva nos debemos a ellos.

Hoy el 99% de nuestros clientes son pesqueros – de 150 barcos, 147 son pesqueros. Somos una industria capaz de hacer cualquier tipo de barco, y posiblemente tengamos que reconvertirnos en el futuro si la crisis no se revierte.

No queríamos dejar de agradecer a nuestros clientes. Estamos preparando un homenaje, esperando hacerlo bien como se merecen. Siempre agradecemos a nuestro personal, proveedores y subcontratistas, pero esta vez pondremos el acento especialmente en los clientes.

¿Cómo es trabajar con su familia?

Vito Contessi: Nunca hemos transitado las dificultades típicas de las empresas familiares. Quizás es la cultura que nos dejó Federico. Nunca he discutido de dinero con mis hermanas ni sobrinos. Esto es porque nunca tuvimos el dinero como norte, ni el negocio como objetivo principal.

La empresa está por encima del negocio. La vocación y la historia están por encima de ganar o perder dinero coyunturalmente. Si ves nuestra política de distribución de dividendos en 75 años, verás que siempre nos preocupamos más por reinvertir que por sacar.

Todos en la familia compartimos la misma filosofía. Nuestro objetivo no es ser el empresario del año o el más rico, sino que la empresa siga dando trabajo y abra sus puertas todos los días.

¿Cuántos de los 150 barcos construidos siguen operativos?

Vito Contessi: Sin lugar a dudas, 130 están operativos. De una flota total de 550 barcos, 150 son nuestros. Si sacamos los poteros y flotas congeladoras de construcción no nacional, te diría que más del 50% de la flota de Mar del Plata es nuestra.

Ver cada día entrar y salir barcos construidos por nosotros, generando trabajo y haciendo grande al país, es un gran motivo de orgullo.

Tercera Generación:

Diseñando Futuro

En el marco de la botadura 150 del Astillero Contessi, tuvimos la oportunidad de conversar con Leandro Goñi, integrante de la tercera generación de esta emblemática empresa familiar. Durante la entrevista, Leandro nos brindó una mirada privilegiada sobre la historia, la evolución y los planes a futuro, compartiendo además sus perspectivas personales y profesionales.

Leandro, contanos quién sos, qué título tenés y hablamos con el presentante.

Leandro Goñi: Soy tercera generación de la familia Contessi. Estudié, hice la primaria y secundaria acá en Mar del Plata, en el Colegio Trinity. Y después estudié Ingeniería Naval, me recibí egresado de la UTN acá en el puerto.

Empecé en el astillero a los 19 años, a la par de mi abuelo.

¿Había vocación?

Leandro Goñi: Yo, desde chico, siempre quise ser ingeniero. Cuando ya estaba en la adolescencia, las ingenierías que me interesaban eran la civil y la naval, que tal vez tenían una connotación más arquitectónica. Me interesaba justamente desde ese lado. Aunque mis primos y mi tío sean fanáticos de la náutica, yo navegué pocos años, pero mi vocación e interés siempre fue la ingeniería. Quería ser ingeniero y, afortunadamente, pude conseguirlo.

¿Cuántos barcos produjeron desde estos 18 años?

Leandro Goñi: La primera obra en la que empecé a trabajar fue la 104. Me acuerdo acá dentro del taller, atrás del barco donde está Leonilda ahora. Así que, y ahora estamos con la botadura 150 y la construcción, ya estamos por empezar la 157, o sea que ya más de 50 obras, en las cuales yo empecé en el taller con Federico a trabajar, en cada una se iba aprendiendo varios roles del taller y varias actividades. Y después fue, creo que después de los 3, 4 años, cuando empecé a meterme un poco ya en la oficina técnica.

¿Cómo fue esa relación con tu abuelo?

Leandro Goñi: Era una relación laboral. Sinceramente, como uno más. Me trataba como uno más. Yo quería aprender y estar en todo. Me trataba como uno más, me lo había dejado claro desde el minuto uno, y bueno, esa era su manera de enseñar, con tantos años de experiencia, de haber enseñado a muchos chicos. Ha formado a muchos capataces que hoy están acá.

¿Cuál es el contraste entre lo que vos te formaste académicamente, intelectualmente en la universidad y lo que te encontraste en el astillero?

Leandro Goñi: La carrera de Ingeniería Naval es interesante y es bastante global. A pesar de que Mar del Plata es un puerto netamente pesquero, la carrera no está orientada al 100% a la pesca. Entonces te da un conocimiento y una visión un poco más global. Traer herramientas para pensar en un barco mercante o ver cosas también para petroleros o remolcadores.

Mi interés personal estaba en poder observar en vivo, en el astillero, lo que aprendía en la universidad y poder asociarlo para eventualmente especializarnos.

En la carrera hay materias como embarcaciones deportivas, que incluyen trabajo con fibra de vidrio. Los proyectos son muy variados: en los proyectos finales se pueden abordar diseños de remolcadores, dragas o portacontenedores. Para mí, era fascinante ver cómo el trabajo académico era complementario a la práctica, y poder ver muchas cosas en vivo me abría la cabeza, dándome una facilidad de entendimiento que siempre trataba de aprovechar.

¿Qué le va a permitir la nueva Nave al astillero?

Leandro Goñi: Es una obra muy linda que empezamos a trabajar, y que en su momento hicimos un corte para hacerla en etapas. La idea era poder hacer barcos más grandes, hasta de 80 metros de eslora, o sea, un poco apuntando a la flota potera que acá todavía no es posible.

¿Cuánto mide este barco de eslora?

Leandro Goñi: Tiene 21 metros de eslora. El proyecto contempla barcos de hasta 80 metros. Actualmente estamos construyendo tres embarcaciones, una al lado del otro, dejando espacios de separación necesarios. Si tuviéramos que construir un barco de 80 metros, optimizaremos esos espacios entre uno y otro.

Todavía no podemos botar un barco de 80 metros al agua. El lugar de botadura no tiene la profundidad suficiente. Tomamos la decisión de nivelar el terreno al mismo nivel del piso de las naves antiguas originales. Esto implicó rellenar con cemento, lo cual es casi lo contrario de lo que normalmente se haría en una botadura, donde generalmente se draga o se trab

¿Eso va a permitir construir un buque de 80 metros y botarlo ahí porque no lo puedo mover?

Leandro Goñi: Exacto. Lo tirarías al agua. Lo depositarías en el agua más adentro usando un dique. Mientras tanto, lo tendrías amarrado de un lado y podrías usarlo para el mantenimiento de barcos más grandes. Si hay una reparación importante, simplemente lo levantas.

De esta manera, nos meteríamos en un mercado que hoy nos ha quedado acotado. Actualmente podemos mantener y construir barcos de solo hasta 40-42 metros de largo. De hecho, con el Federico, de 40 metros de eslora, tuvimos que sacarlo en partes y terminar de construirlo afuera.

El Federico es un congelador tangonero, es pesca de langostino principalmente, y ya lo congela, lo empaque y lo congela a bordo. Baja derecho para exportar el producto.

A nivel profesional, sin ninguna limitación física, espacial o monetaria, ¿qué te gustaría diseñar antes de terminar tu vida laboral?

Leandro Goñi: Me quedo pensando… ¿Un portaaviones? Sí, a ver, todos los barcos de porte me gustan. El tamaño del barco es importante. Los portacontenedores me asombran cada día, me sigo sorprendiendo. Cada año se baten récords en cruceros y me fascinan.

Si me preguntás, me gustaría participar en un proyecto de crucero. Obviamente son proyectos complejos. Pero hay equipos, y nosotros tenemos una oficina técnica con tres ingenieros y dos estudiantes de ingeniería. Somos cinco profesionales trabajando y pensando.

He viajado mucho en cruceros. El primero fue con mis abuelos por Brasil, y el año pasado estuve en otro. Me fascina. Cuando estoy en un crucero soy como un niño, mirando cada detalle. Especialmente los del Caribe, que tienen una longitud impresionante, casi tres cuadras.

¿Hay más nietos trabajando en la empresa?

Leandro Goñi: Sí, también están mis primos. Federico, que es el primer nieto, y Verónica, su hermana, que es la segunda. Trabajan en el grupo Veraz, específicamente en el sector pesquero. Fede está como CEO en Pesquera Veraz.

Mi hermana también estuvo trabajando un tiempo en el grupo, siendo licenciada en comercio exterior.

Los hijos de Vito también están siguiendo el camino. El mayor está estudiando Ingeniería Naval y le gusta mucho la náutica. Parece que hay cierta competencia familiar en el sector.

¿Alguna reflexión final?

Leandro Goñi: Voy a hablar de la pasión que me motiva. Parafraseando a Jorge Valdano en su libro, se podría decir que “la pasión mira lejos”. Esta emoción es inherentemente ambiciosa, y eso es algo positivo. La ambición bien entendida está ligada al deseo de superación, que es fundamental para cualquier profesional que aspire a alcanzar la excelencia en su campo. Así, la pasión y la ambición se convierten en motores esenciales en el camino hacia el crecimiento y el éxito. Siempre hay que apuntar alto y vamos en ese sentido.

Construir barcos, tejer 75 años de historias:

Con más de siete décadas de trayectoria, el Astillero Federico Contessi & Cía S.A. se ha consolidado como un referente indiscutible de la construcción naval argentina. A lo largo de su historia, la empresa ha botado 150 embarcaciones, desplegando una maestría que combina tecnología de punta con un meticuloso trabajo artesanal.

Especializado en la producción de buques pesqueros, el astillero no solo ha sobrevivido a las múltiples crisis de la industria, sino que ha emergido como un símbolo de resiliencia empresarial. Anualmente, sus instalaciones dan mantenimiento a decenas de embarcaciones, realizando desde reparaciones básicas hasta transformaciones integrales que incluyen alargues y cambios de motores.

En los últimos dos años, la empresa ha experimentado un notable crecimiento, ampliando su plantel laboral y realizando inversiones significativas en maquinaria e infraestructura. Esta expansión le permite aumentar su capacidad de producción y apuntar a la renovación de la flota pesquera nacional.

La calidad ha sido siempre el sello distintivo de Contessi. Con certificación ISO 9001 y el aval del Registro Italiano Naval (RINa), cada barco que sale de sus gradas representa un compromiso con la excelencia. Sus directivos han mantenido una filosofía única: seguir construyendo incluso sin pedidos, financiando proyectos con fondos propios para preservar las fuentes de trabajo.

Guiados por valores de honestidad, responsabilidad y sustentabilidad, el astillero se proyecta como un socio estratégico para el desarrollo del mercado naval argentino, escribiendo una historia que combina tradición e innovación en cada embarcación.

En cada quilla que unen, en cada soldadura que perfeccionan, late el corazón de tres generaciones de constructores navales. El Astillero Naval Federico Contessi es más que una empresa: es custodio de un legado que trasciende lo industrial, donde cada barco representa un sueño navegando, cada botadura es un acto de fe en la industria argentina y cada trabajador es un eslabón fundamental de su historia. Su vocación por la excelencia naval no es solo un eslogan, es una promesa: hacer del mar un lugar más seguro, más productivo y más humano, honrando la visión de Federico Contessi, quien les enseñó que construir un barco va mucho más allá de unir materiales, es tejer historias, generar oportunidades y mantener vivo el espíritu de quienes hacen de la mar su destino.

Así lo celebramos desde Revista CENTRAL, testigo de un legado que navega entre la tradición familiar y la innovación industrial, recordando que en cada metro de eslora late la historia de Mar del Plata, de la industria naval argentina y del sueño de un inmigrante italiano que transformó su oficio en un emblema nacional.

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