La embajada de olas en Buenos Aires, el nuevo paso del padre del surf olímpico
Fernando Aguerre creó una flamante tertulia en el Ala Moana de Palermo Soho, con Fernando Ruiz Díaz armando un mini recital y donando la tabla de su hermano fallecido. “Queremos transmitir acá nuestro amor por el surf, el mar y la cultura de playa”, dijo el líder deportivo y presidente de la ISA.
Nada parece casualidad en la vida de Fernando Aguerre. Desde aquel primer torneo que organizó, en el Torreón del Monje, en el verano de 1978, en plena dictadura militar, cuando el surf no estaba bien visto, incluso prohibido en algunas playas… Casi 39 años después, vestido con una camiseta estilo hawaiano que incluye una corbata de seda y un sombrero de paja, el padre del surf olímpico está parado, sonriente, en la esquina de Gurruchaga y Russel, en Palermo Soho, en la puerta de su nuevo paso, de un nuevo sueño concretado, el primer desembarco de su amado Ala Moana en Buenos Aires, aquel local que nació en 1979, junto a su madre Norma y su hermano Santiago. Claro, para él es mucho más que un surfshop o su flamante emprendimiento porteño. Es su nueva casa, otra más, creada con el espíritu que él ama, el que construyó con su familia y sus amigos de olas, los pioneros del surf en el país. Una excusa más para transmitir el amor por su deporte, el mar y la cultura de playa que abrazó hace 50 años y hoy, a los 65, lo mantiene joven, siendo hace 20 días reelegido nada menos que por novena vez como presidente de la Internacional SurfingAssociation (ISA).
“Es hermoso esto de venir a Buenos Aires a traer el agua salada, el aire salitroso de Mar del Plata, lo mismo que el amor por las olas… El poder compartirlo nos hace felices. Alguien puede pensar que un lugar tan urbano no tiene cultura de surf, pero sabemos que hay muchos surfistas que viven acá y que aman el mar como nosotros, los marplanautas. Y nuestro objetivo es venir a potenciar esta cultura, a aumentar la comunidad, con este lugar que pretende ser un puente hacia los sueños, hacia la felicidad, hacia algo que te gusta. Un sitio adonde además podés leer un libro, tomar café o un jugo natural. Venimos a compartir lo lindo de Mar del Plata, a potenciar ese sueño que la gente tiene de ir allá durante un fin de semana. Porque, además, se llama Mar del Plata, no Arroyo del Plata. Ni Valle del Plata. Ni Sierra del Plata. Es nuestra capital del surf y este lugar hecho con amor será la embajada de una cultura de playa que, no tengo dudas, está cada día más en el ADN de tantos argentinos”, explicó Aguerre.
La noche de inauguración fue mágica y tuvo de todo: emoción, charlas, risas, la mejor música (en vivo y con DJ Cofla), rica comida y suficiente bebida para que los brindis se multiplicaran. Estuvo Falu, artista top, terminando el impactante mural del exterior que refleja cómo una ola viene por la 9 de Julio y arrasa con vehículos y semáforos mientras un oficinista la surfea con alegría. También hubo empresarios y varios artistas famosos fanas del surf, como Nico Riera, el Turco Naim -actores y avezados surfistas-, el Zorrito Von Quintiero -con una remera con la estampa de Aguerre, el San Martín del surf, ver foto- y Fernando Ruiz Díaz. El líder de Catupecu Machu y Vantra dio la nota una vez más, improvisando un recital con canciones sentidas, de significado, y algunas que llevan su sello, de poder y pasión. Incluso con el aporte de Aguerre, que subió al escenario para tocar el djeridú -instrumento de viento- en uno de los temas de RD. Además, en un momento muy emotivo, el Fer músico donó la tabla de su hermano menor, Gabriel, fallecido en enero de 2021 luego de un durísima convalecencia de 15 años tras un grave accidente automovilístico en 2006. “Gaby amaba el surf y estaría feliz que su tabla esté en este lugar, con el espíritu que tiene. Todavía tiene la parafina, la sal y la arena de aquellos viajes que hacía a Brasil y Mar del Plata”, contó sin poder contener una emoción traducida en lágrimas.
Nada es casualidad. Todo lo que le pasó en la vida a Aguerre tiene que ver con ser “un idealista práctico”, como se define este surfista, empresario y líder deportivo que logró lo que ningún otro dirigente argentino ni siquiera intentó: que su deporte ingrese a los Juegos Olímpicos. A fin de los 70, con su hermano, Fernando ideó unas sandalias porque las ojotas tradicionales no les servían, porque tenían pie plano y, cuando iba al agua, se arruinaban. Entonces, crearon un modelo de goma resistente al agua y en el primer verano vendieron 200 pares. En 1984, cuando ambos ya estaban mudados a California, el negocio empezó a explotar hasta vender 4 millones de pares por año y exportar a 100 países. En 2005 los hermanos decidieron vender la empresa, por una cifra millonaria, a un conglomerado estadounidense y en 2012, cuando Fernando empezó a volver más seguido al país, decidió refundar Ala Moana. Fue ahí cuando se dio cuenta lo que significaba. “Siempre pensamos que el nombre se debía a una playa de Honolulu, en Hawaii, hasta que me contaron lo que significaba: sendero que te lleva al mar. Increíble que le pusimos un nombre pensando que significaba una cosa y, en realidad, era justamente por lo que más amás, el camino a las olas”, comentó quien decidió, a su manera, tener a sus padres presentes durante este momento tan especial. “A mi mamá con su anillos de olas y mi padre a través de una piedrita de colores que encontré en la playa de Waikiki cuando fuimos a tirar sus cenizas”, reveló.
Este Ala Moana será el séptimo en el país, seis entre MdP y Chapadmalal, el restante ahora en Palermo. Un reflejo de cómo el crecimiento del surf, más aún desde que es olímpico y la gente se vuelca cada día más a los deportes que se practican en entornos naturales, ha potenciado su industria. Algo de lo que Fernando evita profundizar. “Realmente es algo que no me interesa. Sé que produce eso, pero no pienso ´ah qué bueno lo que vamos a hacer, crece la industria´. No pienso en números, en pesos o en cantidad de prendas que vendemos, porque yo no dirijo la empresa, soy apenas el cuidador del adn de Ala Moana”, comenta para luego dejar reflejado su espíritu. “Los emprendimientos empresariales son como emprendimientos en la vida. Todos podemos ser emprendedores, sólo hay que practicarlo. Mucha gente no lo hace porque tiene miedo al fracaso. Pero les digo que hay que ir para adelante, en todo, siendo rápido para tomar decisiones y rápido para darse cuenta que algo salió mal, para poder cambiarlo o ir para atrás”, agregó.
Aguerre se fue feliz, teniendo claro que su objetivo en la vida va más allá de lo que se ve, que todo lo hace para transmitir su amor por su amado deporte. “Con el tiempo entendí que cada cosa que hago es para crear comunidades, tertulias, momentos, charlas, reuniones, encuentros… Y una marca bien entendida es eso, un abrigo emocional, un puente hacia los sueños de las personas. Cuando era DJ y pasaba música, lo hacía. Cuando tuve Reef, lo mismo, y ahora lo intento repetir con Ala Moana, como lo vengo haciendo con la ISA, una ONG en la que llevo 28 años trabajando ad honorem y que es, nada menos, que una comunidad de 112 países. Una comunidad de quienes amamos las olas y queremos compartir esto con el resto del mundo. Porque ir al mar nos conecta con lo más interno, esencial , de nuestras vidas. Por eso todo el mundo ama ir al mar. Y porque el surf es lo más parecido a la magia porque entrás al mar con problemas y salís sin ninguno, feliz, renovado…”. Lo dijo el embajador del mar, el creador de una embajada de las olas en Buenos Aires.