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A 40 años de una expedición histórica

Hace cuatro décadas una balsa primitiva cruzaba el Atlántico con cinco argentinos a bordo. El capitán, Alfredo Barragán; el subcapitán, Jorge Iriberri, y el marplatense Horacio Giaccaglia recordaron la travesía con CENTRAL.

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El 12 de julio de 1984, cinco argentinos concretaron la hazaña de cruzar el océano Atlántico en una primitiva balsa de troncos a vela, sin timón. Alfredo Barragán, Jorge Iriberri, Horacio Giaccaglia, Daniel Sánchez Magariños y Félix Arrieta salieron el 22 de mayo del puerto de Santa Cruz de Tenerife, en las Islas Canarias, y en 52 días llegaron al de La Guaira, en Venezuela. La travesía se hizo con intención de mostrar que, del mismo modo, los africanos pudieron haber llegado a América muchos años antes que Cristóbal Colón. Y quedó sintetizada para siempre en una frase de Barragán, su capitán: “Que el hombre sepa que el hombre puede”.
A 40 años de aquella proeza, el propio Barragán; el subcapitán, el “Vasco” Iriberri, y el marplatense Giaccaglia repasaron la travesía con CENTRAL, desde el nacimiento del proyecto hasta su concreción cuatro años después.

El nacimiento

“El proyecto nace como una inquietud –dice Barragán–. Cayó en nuestras manos información de que en México había unas esculturas que representaban a hombres de raza negra. Esas esculturas, las cabezas colosales, datan de hace 3500 años, y es sabido que la raza negra es exclusiva de África. La pregunta que me asaltó era cómo llegaron hombres de raza negra a América. Nadie atinaba a decirlo; se barajaban opiniones de que lo habrían hecho por el Pacíficoo por el Estrecho de Bering, pero no me convencían”.
Años más tarde Barragán supo de la existencia de balsas hace 35 siglos en la costa noroeste de África. Una balsa similar a la que existía en América y en la cultura huanca de Australia. “Es muy curioso que 1500 años antes de Cristo existieran balsas similares en distintos continentes. Esto me hizo pensar en aquello que dijo Thor Heyerdahl, capitán de la Kon-Tiki (balsa utilizada en 1947 para una expedición por el océano Pacífico desde Perú hasta la Polinesia): que en la antigüedad los mares no eran barreras, sino vías de comunicación”, recuerda.
Para Barragán, el artífice de la expedición Atlantis, ese parecido notable entre balsas ubicadas en distintos continentes no tenía otra explicación que una comunicación cultural. “Cuando me enteré de la existencia de balsas en la antigüedad en África me puse a investigar en qué época se ubicaban, y se ubicaban 1500 años antes de Cristo, que curiosamente es lo mismo que decir hace 35 siglos en América. O sea que en la misma época en que aparecieron hombres de raza negra en América y eran retratados, esculpidos por los olmecas, existía en África una balsa de estas características”, destaca.
“Cuando vi eso me impactó tremendamente. Toda la vida navegué deportivamente, fui timonel, fui patrón, soy piloto de yate, conozco las cartas náuticas, sé leerlas e inmediatamente, con esos dos datos, el de los africanos en América y las balsas del otro lado del mapa, me puse a ver qué había entre medio. Y me encuentro con una ‘cinta transportadora’ que viene hacia América: la corriente norecuatorial y los vientos alisios constantes del este-noreste, que son uno de losmotores de la corriente, se conjugan en la misma dirección. Y son permanentes. Cuando vi eso, tuve la foto en la cabeza. El africano pudo llegar a América 3000 años antes que Colón: tenía con qué, la balsa era capaz, la travesía pudo ser voluntaria o involuntaria”, asegura Barragán.
“Me convencí de tal manera que terminé levantando la bandera de la migración africana precolombina de una manera bastante personal –agrega–. Expuse la teoría en México, en el Museo de Antropología: no lo creyeron factible, negaban absolutamente la migración transatlántica porque decían que la madera de la balsa iba a absorber agua y se iba a hundir, que las fibras vegetales se iban a pudrir. Pero hace 12 mil años que la humanidad navega con fibras vegetales, las sintéticas tienen 70 años. No se le podrían ni a los vikingos, ni a los Colones ni a los Magallanes; estaba recibiendo un no porque no. ¿Por qué se nos iban a pudrir a nosotros?”.
No discutió más. Volvió a Argentina, se reunió con el grupo y les dijo que más que nunca había que hacerla expedición. “Ya no como una simple inquietud personal o con espíritu deportivo, sino por la posibilidad de demostrar una migración africana precolombina de manera contundente”. Si a él no le creían, harían una balsa de aquel tipo y cruzarían el océano Atlántico. Si lo lograban, todo el mundo iba a tener que creer que era factible.

El grupo

“El nacimiento de Atlantis no sucedió en el medio de la nada, sino en un contexto –señala Barragán–. El grupo nuestro, al que llamamos Cadei (Centro Actividades Deportivas, Exploración e Investigación) nació en 1975. En el 73 habíamos hecho la expedición del Río Colorado, la primera navegación completa, un viaje de descubrimiento. Casualmente, hace dos años celebramos los 50 años de aquella expedición junto con la Armada y Prefectura. Luego surgió el proyecto de escalar el Aconcagua, de transmitir desde la cumbre, lo cual parecía imposible en ese entonces, y además hicimos una prueba de fisiopatología de altura, con una transfusión de glóbulos rojos concentrados transfundidos a 4.230 metros a tres buzos no adaptados al ambiente de baja presión. Una expedición muy interesante. Entonces fue necesario darle un nombre a nuestro grupo porque lo hacíamos con apoyo oficial y precisábamos tener una entidad de respaldo. Y la creamos: el Cadei”.
Cuando Barragán tuvo la idea reunió a todo el grupo en Mar del Plata y le presentó el proyecto. “Y ahí hubo un acto de fe, de locura, porque yo estaba hablando y levantó la mano el Vasco y dijo: ‘Yo voy’. Hacía cinco minutos que yo estaba hablando. Todavía la información que les había dado no era suficiente para que me dieran un sí. Y echamos a andar el proyecto”, memora.
Siguieron cuatro largos años de preparativos. “Fuimos confirmando gente. Apareció el “Chango” Félix Arrieta, camarógrafo, realizador cinematográfico, documentalista. Y apareció Horacio (Giaccaglia). Con el Vasco decidimos que no se nos podía escapar”, recuerda Barragán.

Las gestiones

Como deportistas amateurs, desde un principio decidieron no aceptar ningún sponsor. “Las cosas de ese modo se tornan mucho más difíciles y son mucho más bellas. Claro que nos apoyaron gobiernos de cinco países, pero no salieron en la foto. Era un monumento del romanticismo”, define Barragán.
Iriberri apunta que el proyecto nació y comenzó a tomar forma “durante el gobierno de facto” y luego llegó la democracia. “Teníamos el compromiso firmado por el anterior gobierno para traer los troncos. Pero cuando nos presentábamos a la ELMA (la Empresa Líneas Marítimas Argentinas disuelta en el gobierno de Carlos Menem) nos decían: ‘Lo habrá firmado un funcionario a título personal, nosotros no hemos asumido ningún compromiso’”.
“Tuvimos que rehacer el castillo de naipes: había que explicar el proyecto de nuevo –señala Barragán–. Y fuetodo sin un peso, con un convencimiento y un enamoramiento absolutos. Solo una persona enamorada no mide el esfuerzo, no acepta razones, no hay nada que le haga desviar la mirada y el paso hacia donde va. Y Atlantis consiguió todo en cinco países sin un peso, sin una marca importante que nos estuviera respaldando, sin un padrino político. Enamoró al que se ponía adelante, y 40 años después sigue haciendo lo mismo todos los días”.
El capitán compara a Atlantis con una película de suspenso. La siguiente escena era la de la búsqueda de los troncos en Ecuador. “Durante meses estuvimos llamando a Ecuador desde Argentina por radio: ‘Atento Ecuador, atento Ecuador, Argentina llama’. Después de semanas o meses encontrabas a un tipo que te contestaba en Guayaquil. Y cuando lo encontramos, nos fuimos a Ecuador con el Vasco y con el Chango a buscar los troncos, las cuerdas vegetales, las cañas guadua y los mástiles de mangle blanco”, cuenta Barragán.
“Teníamos 40 días porque iba a pasar por Guayaquil un barco de ELMA que venía de San Francisco, pararía ahí y nos traería las cosas –apunta–.Pero el barco se acercaba y los troncos no aparecían. Y pasaban las semanas y buscábamos en la selva. ¿Qué comíamos? No sé. ¿En qué nos movíamos? No sé. Seguramente alguien nos daba un pan o una pata de pollo, y pasaban las semanas…”
Barragán recuerda que por aquellos días salía de la selva,se lavaba en una estación de servicio, sacaba un saco de la mochila y se entrevistaba con autoridades de todo tipo: el gobernador, el presidente de Coca Cola, el del Banco Mundial, el vicepresidente de la República. “Hacíamos lo que había que hacer”, dice.
En Ecuador encontraron finalmente los troncos. “Yo me tuve que volver cuando todavía estaban en la selva porque se casaba mi hermano y era el padrino del casamiento. Y ahí apareció el subcapitán: el Vasco se quedó en Ecuador solo y terminó logrando sacar los troncos de la selva, para lo cual tuvo que conseguir bueyes y caballos. Eran kilómetros y los troncos tenían 40 metros, los cortamos de 20, pesaban entre 1500 y 1800 kilos”, detalla Barragán.
El permiso de exportación llegó sobre la hora. “Conseguimos 20 troncos, pero originariamente pensábamos traer 10. Me decían que eligiera 10 y yo les decía que necesitaba 20 por si alguno se partía. El encargado también era de apellido vasco. Y a las 11 de la noche me terminó diciendo: ‘Iriberri, usted es apellido Vasco, yo también, y no nos vamos a convencer’. Después se fue y me dejó hacer”.
Los troncos llegaron por barco a Buenos Aires y luego por ruta a Mar del Plata, en camiones de Scor-Dina y Carnevali.

La balsa

La balsa se construyó en el astillero Contessi. Según recuerda Barragán, Federico Contessi, el dueño del astillero, le dijo: “No le voy a dar un pedazo de mi astillero, no le voy a dar un permiso: le prohíbo que lo haga en otro lado. Y no va a tener un rincón, va a tener todo lo que necesite”. “Calculábamos que iban a ser dos meses o tres de construcción: fueron cinco meses y medio –agrega el capitán–. Desde el 10 de noviembre a fines de marzo. Usamos la mitad de la nave principal. Empapábamos todo el astillero para que no se partieran los troncos. Federico laburaba con nosotros arriba de la balsa. Jamás arrugó la cara, jamás dijo que nos estábamos demorando. Fue extraordinario”.
Luego llegó el turno de otro traslado a Buenos Aires, nuevamente en un camión de Scor-Dina. “Habíamos conseguido otro barco de ELMA que llevara la balsa a Canarias, adonde llegó en abril”.

Puesta a punto

“A Canarias ya habíamos ido en diciembre. Y encontramos gente extraordinaria. Enrique Maiques y Melchor Alonso, de la Cámara de Iniciativas Turísticas. Eran dos románticos como nosotros. Dieron todo para que la balsa saliera de ahí. Todo lo que había que solucionar, lo solucionaban. Nosotros no teníamos un peso. De hecho, me endeudé por 21 años para hacer Atlantis: terminé de pagar la deuda en 2005, con una hipoteca y con sentencia de remate sobre mi estudio, que era mi única propiedad en Dolores. En esas circunstancias, seguíamos rechazando los sponsors”, se enorgullece Barragán.
Tras la llegada de la balsa en abril, tuvieron 40 días para terminarla. “Nos dieron un lugar del puerto que estaba en construcción. Llevaron 300 metros la cañería de agua y la energía eléctrica. Nos pusieron cuatro contenedores, un vallado, había cientos de personas mirando la construcción”, añade.

La partida

La partida se vivió como un acontecimiento. “En la mañana del 22 de mayo de 1984, sin dormir, después de pasar toda la noche cargando cosas, zarpamos. Allí estaban todas las autoridades: el obispo, el jefe de gobierno, el presidente del Cabildo, la Guardia Costera, la prensa de toda Europa. A las 11 de la mañana subimos y un remolcador nos alejó de la costa y nos dejó en un canal entre dos islas para tener más franca la corriente. Entre el agotamiento físico y la emoción, salimos como en una nube”, afirma Barragán.

El viaje

El Vasco Iriberri dice que no tuvieron miedo: “En la balsa siempre, consciente o inconscientemente, tenías que estar con una luz amarilla, relajado pero atento, porque estás en patas, arriba de un tronco redondo, con verdín, con el agua que sube y baja, con viento. Teníamos que estar atentos a no cometer errores”.
Una de las condiciones que se habían autoimpuesto era que, si uno caía al agua, los otros cuatro no se iban a tirar a buscarlo: tenía que volver por sus propios medios a la balsa, y para eso llevaban una cuerda atrás. “Caerse de la balsa era como caerse de un décimo piso. ¿Tiene algún sentido que yo me tire atrás para agarrarte?”, fundamenta la lógica Barragán.
Durante la expedición, era habitual que tanto Iriberri como Giaccaglia se tiraban por la proa para revisar la balsa. La dejaban pasar, la tocaban y luego se agarraban del cabo y volvían a subirse.
El momento más difícil fue cuando se desató una tormenta que duró cuatro días, con vientos de 80 a 90 kilómetros por hora. “Crujía todo, y al amanecer del cuarto día se cortó un puño inferior de la vela y empezó a pegar con el viento. Era sobrecogedor. Si seguíamos así, íbamos a perder el dominio de la línea. Era muy probable que la balsa se diera vuelta. Así que hubo que subir al mástil, cortarla y reemplazarla por la de repuesto”, narra el capitán.
Sánchez Magariños era experto en navegación astronómica y, por lo tanto, era el encargado de determinar la posición de la balsa en el medio del mar. Y así sabían que iban cumpliendo con el recorrido previsto.
“Atlantis nunca estuvo a más de 35 millas del derrotero anunciado. Luego de navegar 52 días sin timón, arribó exactamente al puerto anunciado”, asevera Barragán, y sigue convencido de algo: “Nosotros no cruzamos a la balsa: la balsa nos cruzó a nosotros. Fuimos testigos privilegiados del cruce de la balsa”.

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Conclusiones

“Se decía que la balsa africana era incapaz de cruzar. Demostramos que era capaz de hacerlo. Yo creo que, si ponemos diez balsas, llegan las diez: seis o siete en pie y otras invertidas. Con gente o sin gente, pero llegan a ese punto”, concluye Barragán. Y añade: “Demostramos la factibilidad de una migración africana precolombina. Ahora que sigan los científicos. Fue un aporte ineludible”.

CENTRAL: ¿Qué piensan que significó la expedición?

Giaccaglia. Soy marplatense y tuve la suerte de ser uno de los tripulantes de la balsa Atlantis. Para mí fue el mejor acontecimiento después del nacimiento de mis hijos. La confianza que teníamos en el grupo, más especialmente en Alfredo y en el Vasco, nos dio pie para realizar la actividad. Todo lo que ellos se proponen yo sé que ya lo han estudiado de todas formas, de arriba abajo, y tienen la plena confianza nuestra para realizar lo que sea. Nos cambió un poco la forma de pensar la vida. Si bien somos deportistas, lo que tratamos de hacer es demostrar que el hombre, con un poco de esfuerzo y sacrificio, puede realizar cualquier actividad”.

Iriberri. Yo soy necochense. Mirándolo a la distancia, sinceramente lo primero que me surge es que no me explico cómo lo hicimos. Hoy en día alguien no lo podría hacer. Fue en base al empuje de Alfredo, a la tenacidad, a la confianza del grupo, pero realmente se hizo en otro mundo: sin teléfonos celulares, sin internet, sin Google. En esas condiciones, no se va a volver a hacer. Fue única e irrepetible. Y comparto lo que dice Horacio: nos cambió la vida. Nos hizo mejor de lo que éramos. Yo valoré más la naturaleza, la fidelidad, la importancia del grupo y la perseverancia, que es lo que te permite en cualquier circunstancia lograr el éxito. Me enseñó a valorar mi vida”.

Barragán. Yo creo que este tipo de expresiones, como Atlantis, así como las expresiones de un artista o de un creador cualquiera, un arquitecto, un urbanista, un investigador, tiene un requisito para iniciarse, que es la imaginación. El hombre es el único animal que dispone de la imaginación, La posibilidad de concebir cosas que no están a la vista, que no existen, pero la materializás en la mente, la ves como posible, como cierta, amplía tu horizonte, y te hace crecer de tal manera que creo que es la llave de la libertad. Es el elemento que nos puede liberar, independizar del animal que básicamente somos, sometidos a lo material, a lo físico, a lo tangible. Lo único que nos diferencia de la vaca es la imaginación. Tenemos la posibilidad y la obligación de usarla. Creer en los sueños, en la imaginación, animarse a desearlo, a intentarlo. La imaginación es la llave de la libertad y es el germen de todo esto que hemos estado hablando.

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Museo de la Exploración

Los miembros del Cadei hicieron 30 expediciones en 50 años en cinco continentes. Cita de memoria Alfredo Barragán, el capitán de la Atlantis: “Río Colorado, Aconcagua 10 veces, Kilimanjaro, Mont Blanc, la cascada de hielo del Everest, el cruce de la cordillera en globo, la expedición antártica Finis Terra, el cruce del Mar de las Antillas en kayak, que sin duda fue la más atrevida de todas”.
Ahora avanzan con otro proyecto, que no es una expedición pero las abarca a todas y a muchas más: buscan crear el Museo Nacional de la Exploración.“Un museo que recate la historia de los descubrimientos geográficos, de los pioneros que descubrieron los mares, las islas, los continentes, los polos, los desiertos, el aire y el espacio”, asegura Barragán.
Allí estaría, por supuesto, la balsa Atlantis. “Pero no estará limitado a nuestras 30 expediciones. Hay otras expediciones de otros argentinos y de otros extranjeros. No puede faltar un Shackleton, un Armstrong…a veces los tendremos con elementos originales de su expedición y otras con la referencia, el busto, la imagen, la crónica, el testimonio. Las fuerzas armadas ya nos están donando material para este museo”, adelanta Barragán.
Estará en Dolores, su ciudad natal. “Lo tenemos aprobado a nivel municipal por unanimidad, a nivel provincial y a nivel nacional por seis ministerios, por presidencia y en el Congreso por unanimidad. El proyecto está elaborado, aprobado en el Ministerio de Infraestructura de la Provincia. Estuvo a punto de hacerse hace 10 años, hubo un inconveniente que lo demoró y se perdió la partida. Hoy estamos luchando para que se le pongan nuevamente los fondos y se construya”, comenta.
El museo contendrá la Biblioteca Universal de las Exploraciones. “Tiene que tener la historia de los descubrimientos geográficos. Hemos hecho un trabajo de años y tenemos los años que no pueden faltar de la exploración de los mares, los desiertos, los descubrimientos de los continentes, el aire y el mundo submarino. Tenemos los nombres, sus biografías y los hitos que marcaron la historia”, añade.
La misión es clara: “Tenemos para comunicar ideas, principios y valores que están implícitos en los hechos de la historia de la exploración. En eso estamos trabajando, estamos muy avanzados. Las dificultades económicas nacionales nos demoran, pero el objetivo lo tenemos claro y estamos con la certeza de que lo vamos a concretar”.

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