María Haydeé Pérez Maraviglia, Jerónimo Mariani y Oscar Cañadas son sinónimo de arquitectura en la ciudad. El estudio que encabezan cumplió 50 años y repasaron con CENTRAL los proyectos que transformaron la vida urbana. También aportaron su visión sobre las necesidades del espacio público y la movilidad.
“Hacer arquitectura es hacer ciudad”, decía Carlos Mariani, el fundador, junto con María Haydeé Pérez Maraviglia, de uno de los estudios de arquitectura que son sinónimos del desarrollo urbano de Mar del Plata. Y ese concepto sigue presente en la actualidad: todo proyecto parte primero del ejercicio permanente de pensar Mar del Plata.
Así lo aseguraron en una distendida charla con CENTRAL María Haydeé, su hijo Jerónimo Mariani y Oscar Cañadas, los referentes y continuadores del estudio, que cumplió nada menos que medio siglo de vida. Los cambios urbanos a partir de las obras que pensaron y llevaron adelante, las sensaciones de ver en la vida cotidiana lo que en un primer momento fue un simple dibujo y los problemas del espacio público y la movilidad local también formaron parte de la conversación.
Más allá de los avances tecnológicos, ¿en qué cambió en los últimos 50 años la arquitectura?
Jerónimo: la arquitectura cambia como cambia todo. Pero en este tiempo de reflexión por los 50 años nos dimos cuenta de que son más las constantes. A pesar de los cambios tecnológicos y de materiales, hay situaciones que nos interesan desde siempre. Por ejemplo, los lugares de encuentro. Eso, con cartón o con mouse, va a ser un punto importante para desarrollar la arquitectura. Así, hay otras cosas que no varían, como la relación con el lugar, el contexto, la naturaleza. En general, notamos muchas más continuidades que grandes modificaciones. Obviamente que la tecnología colabora para desarrollar los proyectos con celeridad y conveniencia.
Oscar: Son múltiples las cuestiones que se abordan desde la arquitectura y que influencian el modo de hacer la arquitectura. La tecnología atraviesa todos los estamentos, desde la producción de insumos hasta la producción de ideas. Y en los últimos 20, 25 años, sobre todo desde 2006, en Europa sancionaron una ley que tiene que ver con cómo la arquitectura regula de un modo más eficiente la relación con el exterior. Empieza a haber un estudio de consumo de la energía que todos conocemos como arquitectura sustentable.
La arquitectura, en sí misma, desde el momento en que un hombre hace una choza, es sustentable porque está tratando de modificar el clima, pero esto se va tecnologizando, se le van incorporando necesidades. Esta ley que aparece regula cómo el clima influye y qué respuesta le damos a través de las fachadas ventiladas. Si bien uno podía rastrear esto hasta en el tejado romano, es, tecnológicamente, una de las mayores consecuencias de entender la arquitectura en relación con el medio. El ser humano es un ser gregario que necesita reunirse, conformar grupos, equipos para trabajar, y así ha sido la construcción del artefacto más maravilloso que es la ciudad como núcleo y potenciadora de todas las ideas del ser humano.
María Haydeé: Nosotros estamos inmersos en una cultura general y en una particular dentro de la ciudad de Mar del Plata. Nuestra manera de trabajar fue siempre mirar esta ciudad. Con Carlos, que tenía amor por Mar del Plata, es una ciudad que siempre nos interesó pensar. Hacia dónde iba, cómo iba, qué programas necesitaba, si era una ciudad solo de veraneo, cómo se transformaba. En ese sentido, Mar del Plata se ha ido transformando. De una ciudad de 150 mil habitantes cuando yo llegué, hace 52 años, a esta ciudad enorme que tenemos, que fue creciendo con un código que fue bastante claro y visionario, confeccionado por Eduardo Sarrailh y Odilia Suárez.
La ciudad ha ido creciendo en una armonía para llegar a estos más de 700 mil habitantes. Estas molestias que tiene el marplatense por el crecimiento en altura es fundamental para seguir viviendo en una comunidad, con el encuentro y la relación social. Hay que entender esto porque algunos dicen “rompieron, voltearon, tiraron”; no, la ciudad se modificó porque el tiempo nos hace vivir en otras densidades. Tratamos de responder a esa necesidad con viviendas que tengan espacios abiertos, privacidades, pero siempre pensando en ‘hacer ciudad’, manteniendo el casco de Mar del Plata.
¿Los lugares de encuentro en todo esto?
María Haydeé: La vocación por el encuentro nos llevó, por ejemplo, cuando hicimos el Shopping Los Gallegos, a hacer esa especie de atajo en la ciudad, pero a cielo abierto, con la mirada hacia afuera. Eso fue inédito. Tan inédito que presentamos este proyecto a Estados Unidos y Jerónimo fue a recibir el primer premio a Las Vegas. Era una obra singularísima para el momento.
Jerónimo: se pensaban los shopping como lugares cerrados, donde te tenías que olvidar de la sensación de afuera para que hubiera más consumo.
María Haydeé: el cafecito en Los Gallegos, lo que significaba como pertenencia para la gente de Mar del Plata que iba y se encontraba en la tienda, terminó siendo este gran lugar de encuentro. Ese atajo la ciudad lo usa, lo vive y se comunica. Esas son parte de las cosas que nos vamos dando cuenta que son permanentes. Hemos transcurrido nuestra vida buscando esas situaciones. Pasa ahora con el Paseo Aldrey, con esa plaza interior como plaza cívica que pertenece a Mar del Plata.
¿Qué sensaciones tienen cuando ven que las consignas planteadas en los proyectos se traducen después en la realidad cotidiana de Mar del Plata?
Oscar: Lo mismo que decíamos de la ciudad como organismo vivo. La vitalidad que tiene que tener la ciudad para siempre estar relanzándose. Un proyecto siempre se lanza a futuro y en ese futuro encuentra otras respuestas y se va acomodando. Por eso también los proyectos deben ser flexibles para encauzarse con las tensiones que van apareciendo. En general, cuando uno tiene una determinada cantidad de años ejercitando, tiene algunas direcciones. Eso no implica que con eso resuelva todo, pero sí puede establecer algunos rumbos que sabemos que nos lleva a determinados lugares. Ese artefacto que creamos va a tener que poder ser autosuficiente en algún momento y generar sus propias respuestas a los cambios que se van dando en el tiempo.
Jerónimo: lo que tiene la arquitectura en general es que es satisfactoria para el arquitecto. Uno de la nada empieza con un dibujo, que después es una maqueta, que después es un edificio y después, si tiene suerte, además es reconocido y valioso. Pero casi en cualquier caso el proceso de hacerlo y el después es satisfactorio.
Oscar: uno piensa el modo de habitar. Desde la escala grande, que puede ser la ciudad, hasta el de un paseo o un departamento. Uno, con su arquitectura, está diciendo: aquí se va a sentar un señor a mirar por esa ventana, ¿qué va a mirar? Por aquí va a transitar todos los días, por aquí se va a mover, aquí se va a encontrar con sus personas queridas. De un modo u otro, estructuramos un modo de habitar. Esa estructuración, que antes era más rígida, ahora muestra nuevos modos. Ya no hay una familia tipo determinada como en el pasado; entonces, hay muchos modelos de habitar y de pensar la arquitectura.
María Haydeé: hablando de modelos, cuando hablamos de Los Gallegos, era un modelo que no existía en la ciudad. Era como una ausencia, faltaba algo. Siempre nos interesó pensar qué era lo que a la ciudad le hacía falta como completamiento cultural para que pudiera ser una ciudad de todo el año. En aquel momento pensamos dos temas: el Sheraton como centro de convenciones y el Aquarium, que fue una zona que la caminábamos mucho y no tenía nada, de propiedad privada. Todo eso también hace a la arquitectura y a nuestra trayectoria. Porque la empezamos con Carlos y la seguimos ahora.
Oscar: son esas invariantes que tienen que ver con el modo de pensar la arquitectura. Primero uno tiene una mirada más general, más abierta, a escala de ciudad, después va entrando más al sector y lo baja al contexto urbano paisajístico: Y después se empieza a concentrar en el programa, en el sitio, la topografía, el objeto.
¿Qué mirada tienen del espacio público de Mar del Plata?
Oscar: Fuimos en un momento responsables de hacer todo el desarrollo desde el Torreón hasta la zona desarrollada por Bustillo. Nosotros pudimos hacer el desarrollo de toda la barranca en Las Toscar. Y funcionó durante unos años, pero la no permanencia de ideas en los gobiernos hacen que las situaciones se modifiquen, que no haya continuidad ni se generen rutinas periódicas que le den a la ciudad una especie de sintonía. Y esa discontinuidad es la misma que se ve en el abandono de las plazas. La mejora del espacio público no tiene que ser el mérito de un gobernante. Debe haber una continuidad y una permanencia en los espacios públicos.
Jerónimo: nosotros no pensamos tanto en términos de público o privado cuando pensamos la ciudad. Tenemos mucha participación en obras que son público-privadas. La Normandina, el Torreón, todo lo que hicimos en Plaza España. Hay un punto que es muy importante, que es el presupuesto y el bajo mantenimiento para estos lugares. Sin dudas faltan algunas intervenciones del Estado de gran relevancia, como pasó en Buenos Aires en los últimos años, en donde el Estado participa y después hay roles intermedios para complementar desarrollo de lugares públicos importantes.
Nosotros le damos mucha importancia y nos interesa involucrarnos. La recuperación de Plaza España, la bicisenda, a nosotros nos parece que es muy importante, y a partir de una concesión privada se volcó al área pública: el Museo (de Ciencias Naturales). Ahora se van a hacer unas cocheras subterráneas. Es un camino muy interesante para tratar de equilibrar desde un costado, que es la parte del proyecto de arquitectura, y volcar recursos de lo que se genera hacia lo que se disfruta en términos públicos.
Oscar: tenemos una ciudad cuyo nacimiento tiene que ver con su relación con el mar, y si bien hay una oferta de espacio público, Mar del Plata aún tiene una deuda en el sentido de democratizar el espacio público. Está concentrada en las áreas que generan el intercambio virtuoso con el turista, que son los que aportan los recursos. Es una deuda inclusive que tenemos como país para tener una economía más sana y después poder inyectarla en la ciudad.
Vengo de hacer un viaje por el norte de España y de un punto de Francia, y lo que primero ve uno, más que el objeto, es la generosidad en el tratamiento de los espacios públicos. La calidad de los espacios públicos. Y a veces se encuentra con eso en un pueblo, y es algo cultural. Pasa por ahí, en equipar… en algún momento se hizo. En la Cumbre de las Américas. Hubo una concreción enorme. O con la manzana 115. De ese tipo de intervenciones se debe nutrir la ciudad para generar otra calidad de espacio público.
María Haydeé: de la manzana 115 habíamos realizado una maqueta, habíamos presentado un proyecto de idea para la ciudad a (el gobernador, Eduardo) Duhalde. Estaba claro que si sacabas eso, cambiaba.
Jerónimo: ahí tenés una buena decisión en términos de espacios públicos.
Oscar: hay muchas gestiones de todos nosotros, donde a veces hay un montón de opiniones de cómo debe ser la ciudad, que son invisibles. Hay una construcción de la arquitectura que sale mucho antes de dibujar.
Jerónimo: una escultura es un bien cultural que tiene un valor en sí mismo. Si vos pensás que la arquitectura es un bien cultural, cada uno de esos edificios que vos tenés, toda la ciudad entera es la escultura. Uno lo que está haciendo es participando en ese espacio que es una construcción colectiva, que dura un montón de años, y qué mejor que participar sumando en esa construcción.
Oscar: todos los objetos que vos insertes, aunque sea la casa más humilde, genera una reacción, por continuidad, por disrupción, por un montón de cuestiones. El Royal, un espacio totalmente degradado, viene a remediar un montón de situaciones y lanzar de nuevo ese sector de la ciudad. Nosotros vimos un contagio durante la obra: los frentistas empezaron a mejorar sus casas.
María Haydeé: caminar por esa verada se convirtió ahora en pasear por la ciudad. El lugar te da ganas de pasearlo, de mirarlo, de vivir ese espacio.
Jerónimo: Mar del Plata tiene un montón de ejemplos en los que nosotros tuvimos que ver en esto de recuperar un espacio a partir de un edificio. Hay un caso muy claro. Los Gallegos fue una pieza a partir de la cual su entorno se modificó positivamente de una manera notable. Pasó con el Aldrey. Pasó con La Normandina. Y sabíamos con el Royal iba a pasar. Creemos que hay que ir buscando esos pasivos urbanos que degradan a su entorno. Hay que buscar la forma de que se transformen en activos urbanos.
¿Cómo ven la movilidad en Mar del Plata? ¿No vivimos en un momento de crisis?
Oscar: cuando uno está en este momento de crisis acumulás masa crítica y te acercás a la solución. Uno empieza a entender que sí o sí la ciudad necesita una solución para eso. La tiene que demandar el conjunto de la ciudad. Ahora están empezando a surgir algunas respuestas, como las bicisendas. Hay que hacer más, claro que sí.
Jerónimo: Coincido en que está llegando un punto donde ya se está tensionando. Me parece que la solución de esto, por la experiencia del mundo, es con más transporte público, no con más auto particular. Perdimos una oportunidad, a mi modo de ver, con el metrobús. Tenemos que reflexionar respecto a la movilidad antes de salir corriendo por los accidentes, la congestión, la degradación.
Oscar: no podés encarar este tipo de inversión si no te ponés de acuerdo con que hay ciertos ejes que los tiene que continuar sea quien sea, como políticas de estado.
Jerónimo: Mar del Plata hizo algún intento de calzar en algún plan de financiamiento internacional, con lo del BID, por ejemplo, y me parece que este tipo de cosas tiene que ir de esa mano. Son inversiones que se tienen que pagar en un par de generaciones, no en 10 minutos ni con la plata que uno tiene guardada. Mar del Plata tiene la ventaja de ser ejemplificadora. Es una oportunidad que tenemos para que algún organismo de ese tipo tenga el interés de probar acá. Creo que la del metrobús se nos pasó, pero tenemos que tratar de aprovechar ese tipo de situaciones porque le mejoran la vida a la gente.
Hay en el país un marcado déficit habitacional. ¿La arquitectura tiene herramientas para pensar respecto a esto?
María Haydeé: antes los planes de viviendas estaban muy trabajados con los sindicatos. Tenían un terreno, pedían créditos y se hacían. Lo que hay que hacer es que la vivienda económica, la que es necesaria, tenga calidad de vida.
Jerónimo: venimos hablando de una Mar del Plata que es reducida, que es un triángulo que está entre Champagnat, Juan B. Justo y la costa, y fuera de ese anillo hay un montón de realidades, pero no es nuestro ámbito más habitual de participación. En los últimos años hay muy poca participación de la actividad formal en esa periferia. Crece y no hay presentaciones de legajos. Si mirás el catastro, son terrenos, pero está lleno de viviendas. Nosotros participamos en la más formal de las situaciones de desarrollo de la ciudad, pero la verdad que es muy valioso tratar de ayudar en todo eso, pero no es fácil.
Oscar: la realidad los setenta y los ochenta es muy diferente a la actual. Hoy tenemos un 50% de gente sumida en la pobreza. Hay decisiones que son muy macro. Es un problema que quizá excede a los arquitectos. ¿Cómo llegás con la arquitectura cuando la gente necesita agua y comida? Lo que se necesita es un círculo virtuoso económico que transforme esa informalidad.
Carlos, siempre presente
El recuerdo de Carlos Mariani, fallecido en 2008, estuvo presente en la charla. “Mi viejo hace 14 años que murió. Lamentablemente, es un tiempo largo que lleva el estudio sin su presencia física, pero no tengo dudas de que estaría contento por las invariantes, hay cosas que se mantienen. La visión, los valores que tienen que ver con las decisiones de todos los días, de pensar la ciudad, se mantiene. Lo mismo que la intención de dar un servicio profesional y de no ser uno la vedette”, comenta Jerónimo Mariani, su hijo.
María Haydeé Pérez Maraviglia recuerda que su esposo “siempre decía que hacer arquitectura es prestar un servicio”. “Y eso es lo que entendemos todos en el estudio: estamos prestando un servicio. No somos nosotros la estrella. La alegría nuestra es que ese servicio estuvo brindado, porque se usa bien, se vive, se consolida en la ciudad”.
Oscar Cañadas aporta que “Carlos tenía bien claro que hacer arquitectura es hacer ciudad. El generó una idea, y puede haber modificaciones, pero el alma no cambió. Estaría orgulloso”.