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Florencia Cayrol

La reconocida científica María Florencia Cayrol dialogó con CENTRAL sobre su trayectoria y sus objetivos. Cuenta las investigaciones oncológicas en las que está trabajando y asegura que aspira a que puedan trasladarse a los pacientes. Para lograr metas “hay que esforzarse y tener constancia, pero es imposible si el contexto no te acompaña”, afirma.
A la marplatense María Florencia Cayrol (38) siempre le apasionó todo lo relacionado con lo médico. Hija de un obstetra y de una pediatra, la medicina se respiraba en el hogar. Hoy, una de sus grandes aspiraciones es que sus reconocidas investigaciones mejoren los tratamientos oncológicos.
Biotecnóloga e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), fue distinguida el año pasado en la categoría Rising Talent del Premio Internacional L’Oréal-Unesco. Y también fue reconocida como “Científica del Año” en el Women Economic Forum 2022.
María Florencia pasó su niñez y adolescencia en Mar del Plata. Egresó del Instituto Peralta Ramos (“en ese momento éramos seis mujeres y 34 varones”) y en una charla distendida con CENTRAL en la que hace un repaso de su carrera revela un pasado como deportista: fue gimnasta. “Hacía gimnasia artística. Estuve en la selección argentina. Entrenaba en el Club Quilmes y viajaba mucho a Buenos Aires, al Cenard, porque ahí era donde se hacían las competencias. Viajé a los Panamericanos de Winnipeg (Canadá), también al Mundial representando a Argentina. Hasta los 16, casi 17, entrené y competí”, cuenta.
“Es un deporte hermoso”, define, pero reconoce que debió soportar “muchas injusticias, malos tratos, violencia psicológica y verbal”. Algo que, en su momento, nunca contó.
Pero, por influencia familiar, siempre tuvo claro que iba a estudiar algo. Menciona que, en el polimodal, tomó el camino de las Ciencias Naturales. “Me gustaba mucho todo lo relacionado con la Química y la Biología. Tuve buenos profesores, por sobre todo uno de Biología que era muy exigente, pero que nos introdujo a la genética molecular, a la biología molecular, que en ese momento era súper novedoso”, recuerda. Su nombre: Francisco Rinaudo.
Finalmente decidió estudiar Biotecnología en la Universidad Nacional de Quilmes. “Ahora hay en varias universidades, pero en ese momento fue la primera que dictaba la carrera con la orientación en Genética Molecular y Bioprocesos”, señala.

¿Cómo fue esa etapa?

Me fui para Quilmes;a Bernal, en realidad. Una universidad muy linda, muy familiar. Y lo viví como una etapa muy linda. Hice la licenciatura en cinco años. Me recibí en 2008, ya me gustaba dedicarme a la investigación.

¿Siempre tuviste claro qué ibas a hacer después?

Cuando empecé la carrera, en 2003, yo sabía que la formación que iba a tener en la universidad era de excelencia. En ese momento estaba cerrada la carrera del Conicet. Yo pensaba: “Estudio y me voy al exterior a hacer un doctorado”. Pero en el transcurso abrió la carrera del Conicet y cuando terminé la licenciatura había un montón de becas y oportunidades en el país. Al doctorado lo hice con una beca del Conicet. Hice unas pasantías en el Hospital Garrahan, también en otro instituto, y terminé en el lugar en el que estoy ahora: el Instituto de Investigaciones Biomédicas.

¿Cómo fue el doctorado?

Lo hice con una beca de la Agencia de Promoción Científica y Tecnológica Argentina y del Conicet. Fueron cinco años. En el medio me gané unas becas de la Fundación Bunge y Born para hacer una especialización en el exterior. Fui cuatro meses a Nueva York para especializarme con un oncólogo argentino que vivía alládesde 2001 en unas técnicas que acá todavía no se hacían. Después fui varias veces más a congresos o a quedarme otras estadías de tres, cuatro meses, hasta que terminé el doctorado. Y ese oncólogo fue mi codirector de tesis.

¿Después seguiste especializándote?

Rendí la tesis en la Facultad de Farmacia y Bioquímica (de la Universidad de Buenos Aires). El posdoctorado lo hice también con una beca del Conicet. También me fui a Nueva York seis, siete meses; era en conjunto con Conicet, así que fui y vine varias veces. Eso estuvo bueno porque me permitió conocer gente que se formó en distintas disciplinas, todas vinculadas a la ciencia. Cada uno te enseña algo. Y eso yo creo que fue clave para poder hacer ciencia después desde acá. Y hacer buena ciencia. Sigo en contacto con gente de allá e hice contactos con muchos más grupos en el exterior.Una vez que terminás podés seguir haciendo academia o tomar otro camino. A mí me fascina lo que hago, así que decidí presentarme a la carrera de investigador de Conicet y entré a fines de 2018.

¿Cómo es ser parte del Conicet?

Entrás en relación de dependencia y te evalúan constantemente. Esto lo aclaro porque a veces no se sabe lo que hacen los investigadores del Conicet y tienen mala prensa. Te evalúan constantemente pares o colaboradores externos en la carrera. Y eso está bueno, hace que el sistema sea mejor. La forma en que trabajás también tiene que ver con la cantidad y la calidad de las publicaciones. Para seguir en el sistema sí o sí tenés que publicar en revistas internacionales, con un mínimo índice de impacto.

¿Te permite vivir bien?

Es un momento difícil. La academia en general, en el mundo, no está bien paga. Es una queja global. En Nueva York vivía con lo justo. En Argentina, como becaria de Conicet, en 2015, cobraba más de lo que estoy cobrando ahora en dólares.

¿El Gobierno impulsa a la ciencia?

Este gobierno la impulsa. Conozco al ministro (de Ciencia y Tecnología de la Nación, Daniel Filmus) a raíz de los premios. Se trabaja, impulsan, valoran la ciencia, pero con los salarios estamos igual que en todo el mundo. Comparado con la industria, ganás menos. El instituto donde yo trabajo es una unidad ejecutora de Conicet que está en la UCA (Universidad Católica Argentina). Voy a hacer docencia este año; se abre una carrera de Biotecnología. Así que sí, es más difícil que si trabajás en la industria.

¿Cómo es tu trabajo, qué es específicamente lo que estudias e investigas?

El laboratorio tiene dos áreas: la de oncología, que es todo lo relacionado al cáncer. Y la de endocriminología, que es el área que estudia las hormonas. Yo hace muchos años trabajo con un modelo oncológico que se llama “linfomas de células t”. Todas las células de cáncer se originan de una célula normal. Los linfomas son células tumorales que se originaron a partir de linfocitos, que son las células del sistema inmune. Es una patología bastante agresiva; la incidencia no es tan alta como otras, como el cáncer de mama, el cáncer de pulmón, pero hay muy pocos tratamientos específicos para algunos subtipos. Me interesó trabajar con ese modelo, por más que a veces es difícil porque no se conoce mucho, y básicamente, además de estudiar la biología tumoral de esa enfermedad, estudio las hormonas tiroideas. Cómo, en el contexto de un tumor, las células tumorales pueden aprovechar algunas acciones que tienen estas hormonas sobre esas células y crecen más, se pueden difundir más a través del cuerpo y tienen un impacto negativo. Pero no las podés sacar porque el cuerpo las necesita. Yo estudio cómo bloquear esos efectos no deseados de las hormonas. Encontramos una proteína a través de las cuales se da. Ahora estamos tratando de ver si en las muestras de pacientes está esta proteína para proponerlo como un blanco terapéutico y combinarlo con otras terapias y mejorar la terapia para el paciente. Hay un fármaco que es específico para esta proteína, analizamos si lo podemos proponer para una posible terapia.

¿Qué desafíos tenés en la carrera?

Me gustaría seguir haciendo estudios de ciencia básica para entender cómo funcionan estos sistemas que estudio, pero vincularme cada vez más con la parte médica para poder trasladar eso a los pacientes. Que tenga impacto en algún momento, o que alguien use esos conocimientos en la vida de las personas. Estoy trabajando con el Hospital Británico. El contacto con los médicos nos ayuda para ver cuáles son las problemáticas. Por eso también estoy contenta de poder vincularme con el Hospital Privado de Comunidad acá en Mar del Plata.

¿Va a haber una cura para el cáncer?

El cáncer no es una patología única. Si bien las células tumorales se originan de células normales, pueden venir de la mama, del pulmón, del hígado. Si bien el material genético es igual, hay diferencias y por eso son tejidos distintos. Y los tratamientos son distintos. Un mismo tumor en un paciente quizás responde distinto que en otros. Hay tratamientos para algunos tipos de cáncer que te curan. Que funcionan. Muchos de ellos, si los alcanzás a tiempo, si prevenís, más chances tenés de curarte o de tener una buena respuesta. Se está yendo a la medicina personalizada y a tratar de buscar cuál es el mejor tratamiento para cada uno. Y ahora hay una revolución de tratamientos que se llama inmunoterapia, que está teniendo resultados fantásticos en algunos tipos de cáncer que tenían una mortalidad altísima. Por ejemplo, el melanoma. Esta terapia te activa tu sistema inmune para que vaya y lo mate. Eso está funcionando muy bien. El 50% de los pacientes responde. Hay esperanza. Hay curas para algunos. Cuanto antes es el diagnóstico, mejor, va a tener más chances de que el tratamiento sea bueno. Quizás a lo que se va es a que sea una enfermedad crónica, a que lo puedas mantener a raya, como la diabetes.

¿Siempre existió el cáncer?

Sí, siempre. Pero la vida antes era más corta y, cuanto más se alarga, hay más chances de que lo tengas. Se diagnostica más. Y hay cuestiones ambientales que afectan más, como el cigarrillo, el sol, los químicos, los agroquímicos, el smog…

¿Qué mensaje le podés dejar a los que empiezan a estudiar y a involucrarse en la ciencia?

Hay que tener constancia. Si te gusta, hay que esforzarse, hay que ponerle ganas, hay que saber que uno puede fallar, que fracasa, y hay que seguir intentándolo. Tiene que tener metas y objetivos y hacer todo lo posible para llegar a eso. Pero también es imposible hacerlo solo. Mi experiencia es que desde el momento cero todos me fueron enseñando cosas. Es más enriquecedor. Eso tiene que ver con cómo me terminó yendo. Hay que aprovechar los conocimientos de otros, prestar atención, trabajar en equipo y aprender de todos. Un montón de chicos que estaban haciendo el doctorado cuando yo empecé me enseñaron un montón de cosas; yo trato de hacer lo mismo para los que me piden algo. También es importante trabajar con grupos multidisciplinarios. Cuanto más variado, más enriquecedor es y uno más aprende. Hay que esforzarse, pero es imposible si no tenés un contexto que te acompañe en lo profesional, en lo familiar. A mí de chica siempre me inculcaron el estudio, el esfuerzo. Tengo un compañero de vida, Matías, con el que hace 15 años que estamos juntos (tienen un hijo). Es muy importante estar con una persona que respete tu profesión.

¿Cómo es tu vínculo con Mar del Plata?

Es constante, Tengo una familia muy grande y somos muy familieros. Antes venía mucho más seguido, ahora cuesta más. Pero me encanta venir.

 

Que el apoyo sea continuo”

María Florencia repite que le gustaría “seguir haciendo ciencia desde Argentina” y se muestra agradecida por la formación que tuvo con becas del Estado, “que somos todos”. En ese sentido, quiere “devolverle a la sociedad” un poco de lo que le dio. También sostiene que es necesario “que haya un plan estratégico a 30 años con ciertas áreas para generar cosas que sirvan para el país”, independientemente de quién lo gobierne, y pide que “el apoyo a la ciencia y a la tecnología sea continuo en el tiempo y no importe quién esté”. “Es difícil que pase, pero sería lo ideal”, destaca. Y si bien insiste en que hay que valorar lo que se hace desde Argentina en materia de ciencia, en otros países, como Alemania, Francia, Inglaterra y España, “hay más recursos para trabajar”.
A Estados Unidos, donde vivió en distintos períodos cortos, lo considera “mucho más competitivo y bastante cruel a veces”, mientras que ve a Israel “como un ejemplo” de cómo pueden proponerse y cumplirse objetivos. “Hicieron que se desarrolle una tecnología de punta impresionante, siempre con el Estado presente”, aclara.

 

Reconocimiento internacional

El año pasado, María Florencia fue galardonada en la categoría Rising Talent (talento en ascenso) del Premio Internacional L’Oréal-Unesco “Por las Mujeres en la Ciencia”por sus estudios acerca de cómo el mecanismo molecular desencadenado por las hormonas tiroideas afecta la eficacia de las terapias oncológicas, incluida su actividad antineoplásica y la inmunidad antitumoral asociada. En 2019 también había sido distinguida. “Gané la versión nacional en la categoría joven”, apunta.
Enseguida explica:“El objetivo de estos premios es difundir los trabajos de las mujeres en la ciencia. Históricamente, no se ha reconocido lo suficiente. Hay mujeres que han participado en descubrimientos que cambiaron la historia de la humanidad, entonces la idea es que se conozcan los trabajos de las mujeres en la ciencia. Es muy bueno porque es un programa que no solo tiene alto impacto de difusión. Fuimos a Francia para la ceremonia, pero antes, desde nuestros países, participamos en cursos que te ayudan a tu formación, liderazgo, manejo de grupos”.

¿Cómo fue la experiencia de ir a recibir el premio a Francia?

Antes de la ceremonia pasamos cuatro o cinco días en la villa de un duque. Éramos 30 científicos. Estuvimos cuatro días haciendo cursos desde las ocho de la mañana hasta la noche, compartiendo experiencias, aprendiendo. Eso te genera una red de trabajo y de contactos en distintas áreas. Por ejemplo, estaba la científica que descubrió la tecnología para las vacunas de Pfizer y Moderna. Estuvimos hablando y nos mostró su trabajo. También estuvo la matemática argentina Alicia Dikenstein. Fue una experiencia impresionante. En general, lo que te da esto es visibilidad, te posiciona en el ambiente científico. Los chicos jóvenes pueden conocer lo que hacés, la pasión que podés tener por un trabajo y lo lindo que es.

 Créditos PH: El Alba Producciones

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