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El responsable de CNN Radio y propietario del Teatro Tronador hizo un repaso de su vida con CENTRAL. Desde cuando dormía en el piso de la casa de sus abuelos y vendía Titas en el colectivo hasta estos días en que disfruta de todo lo que consiguió, primero como productor de espectáculos y luego como empresario de medios.

Marcelo Diego González (54) supo hacer frente a las adversidades de la vida y trabajar incansablemente para transformar su realidad. Partiendo de una infancia muy dura y sacrificada, con el paso de los años pudo ir materializando sueños y deseos y echando raíces para ser hoy una de las personalidades más influyentes y consolidadas dentro del mapa de medios de comunicación de la República Argentina.

Manteniendo siempre un perfil bajo, Marcelo ha dejado que sea su éxito y agudeza lo que le otorgue reconocimiento por su trabajo y continuidad a lo largo del tiempo. Hoy en día se encuentra detrás de destacadas emisoras como CNN Radio y varios portales digitales. Productor incansable, durante muchos años también estuvo al frente del “Espacio Clarín de Mar del Plata“.

Por fuera de los medios y canales de comunicación, Marcelo tiene un enorme compromiso con la cultura. Es propietario y responsable delaextraordinaria transformación del Teatro Tronadoren la ciudad de Mar del Plata, que además es la “embajada” del Teatro Colón de Buenos Aires, cuya función principal es la difusión y preservación del arte.

La experiencia, la calidez e importancia de la familia, el amor de su hijo, el aprendizaje del trabajo y la búsqueda constante de superación hicieron de él la persona y visionario que es, apostando por sueños y proyectos, y empujando con estrategia y energía para hacerlos realidad.

CENTRAL tuvo el agrado de compartir con él una charla en profundidad y hacer un repaso por su vida, desde su infancia trabajando arriba de los colectivos, el despertar de su espíritu emprendedor, el vínculo con sus abuelos, su crecimiento y la llegada a los medios de comunicación.Y por supuesto, el vínculo de afecto que mantiene inalterable con la ciudad de Mar del Plata.

Nació el 6 de enero de 1969, día de Reyes, y tuvo una infancia muy difícil. Su madre y su padre murieron de jóvenes, cuando él tenía 7 años, en un accidente de tránsito.

Enseguida lo separaron de su hermano, que se fue con los abuelos paternos, que vivían en Lanús. A él le quedó tocarse en Avellaneda con los maternos. “Mi abuelo cosía toldos y mi abuela delantales. Vivíamos en una casa de chapa, también con dos tíos con Síndrome de Down. Yo dormía en el piso. Ese mismo piso está hoy en la pista de baile del local de la costa Bahía Mar. Lo traje de ahí. En mi casa también hay objetos de esa infancia. Tengo las chapitas con las calles y los números, siempre hablo de Pinedo 1590, la dirección de mis abuelos”, cuenta.

 

Una vez al día

En Pinedo 1590 de Avellaneda se comía una vez al día. “Mi abuelo dejaba de comer para que comiera yo. Todo era muy limitado. Los domingos hacíamos pastas al mediodía y una pizza a la noche, era una fiesta.

Deben de haber pasado cuatro o cinco meses, Marcelo estaba en segundo grado y empezó a vender Titas y Rhodesias al salir de la escuela. “Lo que a mí se me puso primero en la cabeza fue que no iba a aceptar limosnas. Se me ocurrió ir a una casa que vendía golosinas mayoristas y después usar la línea de colectivos 95, que iba desde la Tribuna Erico de la cancha de Independiente hasta Plaza Italia. Me hice amigo de todos los choferes. La condición era que hasta que no vendiera la última Tita y Rhodesia no cortaba. El dinero siempre lo llevaba a la casa de mis abuelos. Gracias a eso empezamos a comer dos veces al día. Le compraba tela a mi abuela y hasta compramos una máquina para coser toldos”, comenta.

Ciclo cumplido

En el trayecto de la línea 95, en Mitre y Belgrano, había una agencia de circuitos cerrados de caballos de carreras. “Mucha gente venía de Constitución a jugar, los colectivos paraban a mitad de la cuadra. En la puerta había un hombre que vendía la famosa Azul Palermo, una revista que te contaba la historia de los caballos, y él me saludaba siempre. Yo era totalmente antisocial y prácticamente no hablaba, pero como me quedaba parado al lado del chofer en la otra puerta del colectivo, el tipo me saludaba. En más de dos años de hacer lo mismo, ya teníamos un vínculo. Un día le conté que en dos semanas terminaba de trabajar y me preguntó qué iba a hacer. Le respondí que no sabía.Él me propuso ponerme al lado suyo con un kiosco. Entonces, en el mismo lugar donde compraba Tita y Rhodesia empecé a comprar chupetines, cigarrillos y otras cosas. Me armé tres cajones de bananas y empecé a ir ahí”, memora.

Poco después le preguntó a una mujer si le podían pagar por limpiar a la noche.“Por las vueltas de la vida, esa mujer es la esposa de Osvaldo Mazzoni, un productor de muchos años del espectáculo. Le pregunté si podía limpiar porque como estaba en sexto grado y hablaban del viaje de egresados, se me ocurrió que podía ahorrar dinero así, además de tener el kiosco en la puerta. Lo hice hasta los 12 años”, destaca.

La frustración

“Yo tenía en mi cabeza que quería ser presidente, iba aun colegio público y nadie me controlaba, entonces fui a una academia llamada Suárez de Deza para prepararme para entrar al liceo militar en San Martín. A mis 12 años, en septiembre de séptimo grado, rendí el examen en el liceo y al mes me dieron la nota:fui el número 5 en orden de mérito. Volví a la casa de mis abuelos y cuando llevé el requerimiento y lo demás se me vino el mundo abajo porque mi abuelo me dijo que su sueldo era la mitad de lo que salía la cuota mensual del liceo militar, que era privado. Me enojé muchísimo con la vida, con mi abuelo, con todos, y pensé que tenía que hacer algo más para ganar mejor plata”, recuerda.

El esfuerzo y sus frutos

“Entonces con mi abuelo fuimos a preguntar si podía vender tarjetas de fin de año de Lalcec y si me podían dar un permiso para ponerme en la plaza a vender artículos de Navidad. Un primo mío conocía a la gente del cotillón Ticoral, que estaba en Pompeya. En la plaza Alsina mi abuelo me armó una mesa con tablones. Me levantaba a las 4 de la mañana y tomaba el colectivo 178 a Pompeya para vender los accesorios de Navidad y tarjetas. Me daban de a 500 y el primer año vendí casi 4.000, me fue bien”, subraya.

“Enfrente había una inmobiliaria y los tipos veían que todos los días yo llegaba a las 6 de la mañana y me quedaba hasta las 20 o 20.30. Llegaba a lo de mis abuelos, comía y me iba a dormir. Cuando terminó este proceso yo le dije al de la inmobiliaria que quería alquilar un departamento. Le llamó mucho la atención porque yo tenía 12 años, pero me dijo que sí y que me iba a acompañar a lo de mis abuelos. El hombre cumplió y fue a hablar con mis abuelos. Ellos le dijeron que sí. Fui al gallinero, donde tenía la plata guardada, y le di todo el dinero por adelantado. El departamento quedaba en Belgrano y Alsina, a cinco cuadras de la cancha de Independiente. Vivía solo y el primer año fui al colegio normal. Todos los días, a la tarde, iba a ver a mis abuelos, caminaba 27 cuadras de ida y 27 de vuelta.

El segundo año, en vez de vender artículos de Navidad en la calle, alquilé un local en la Avenida Mitre y explotó. Lo hice durante siete años. En ese tiempo estuve en Lomas, Lanús y Quilmes vendiendo accesorios de navidad desde fines de noviembre hasta diciembre. Llegué a tener siete locales. Lo hice hasta los 18 años y en el medio empecé a organizar fiestas contratando un salón, pero no podía estar en los dos lugares al mismo tiempo”, recuerda.

“Todo el tiempo pienso qué más
podemos hacer por Mar del Plata”

“Todo el tiempo estoy pensando en qué más podemos hacer por Mar del Plata en equipo. Culturalmente esta es una ciudad que debe transformarse. Está en un proceso, que no es menor, de maduración”, dice Marcelo González. Y afirma que “en Mar del Plata están pasando fenómenos muy interesantes con los cambios generacionales”.

Enseguida ejemplifica: “Cuando hicimos lo del Teatro Colón con la Orquesta Sinfónica en el Parque San Martín, se transmitió en vivo por TN y CNN en español, y fuimos tapa de Clarín. Fue un acontecimiento increíble, hubo más de 80.000 personas, es inmedible, fue maravilloso. Pero para llegar a esa situación hubo desgaste, esfuerzo, se puso plata, sacrificio. Yo colecciono pianos y llevé uno especial porque nadie me quería dar uno por el viento, y lo hicimos, salió y estuvo bien. Había gente mirando desde todos los balcones y hablamos con las administraciones y con los vecinos, instalamos las luces en la plaza, la limpiamos, la Municipalidad en ese momento trabajó con nosotros. Cuando Mar del Plata activa, activa. Se puede. Lo que falta es planificar, tener anclas y medir mejor a dónde hay que meter determinadas fichas para que haya cosas que no se mueran”.

Se enciende la llama

¿Cuándo comenzaste con la producción de espectáculos?

Recuerdo como muy importante haber hecho un concierto con Los Abuelos de la Nada cuando explotaron, en el año 1984. Yo había cumplido 15 años. Desfiles de moda, fiestas para estudiantes, muchas.Otro concierto muy grande fue con Charly García. Tenía 18 años y en ese momento decidí que ya no tenía que vender más accesorios navideños. Siempre sentí que las cosas cumplían un ciclo y que cuando llegaba el tope ya no tenía más nada que hacer, tenía que desarmar, eso lo aprendí solo. Me empezó a dar vueltas por la cabeza que se venía la tecnología.

¿En qué sentido?

La televisión me llamaba mucho la atención y me parecía que había que tener algo que permitiese ver más cantidad de canales. Empecé a estudiar los famosos canales de cable y a partir de eso, cuando terminé con los accesorios de Navidad, me metí en ese tema. Recién habían aparecido Cablevisión y Multicanal. Empecé a moverme y con mis ahorros compré dos licencias, una en Quilmes y la otra en Lomas. Quería hacer una medialuna para enfrentar a la Capital Federal.Fui haciendo cosas disruptivas y eso me fue llevando. Cuando hicimos lo de los canales de cable lo primero que compré fue un galpón, contraté ingenieros y armé una base muy fuerte en Quilmes. Juntó un montón de chicos que salieron todos a comercializarlo y conseguí vender casi 170.000 abonos en 12 meses en el año 1992. Ahí, como ya tenía vínculo con Valeria Lynch y toda la familia Padovani, pensé que había llegado el momento de venderlo al Grupo Clarín. Terminé hablando con Lucio Pagliaro y Sáenz Valiente para vender mi operación de cable, en una cifra que nunca había imaginado. Yo tenía 22 años.Ahí cambió todo y yo no cambié nada. Fue un flash. Compré muchas cosas en Puerto Madero, adquirí los galpones, armé una empresa de vía pública, me vinculé con Badía, inventé Estudio Playa y Estudio Nieve, compré el local de la costa en Boulevard Marítimo 3143, Mar del Plata, y viene por primera vez a la ciudad.

¿Fuiste socio de la productora que trajo a Michael Jackson a la Argentina?

Sí, con Héctor Cavallero y Benny Izaguirre, el nombre era Mamá Concert. Nos fue bien con Michael Jackson. Hice un contrato muy importante con Pepsi y fui a buscar a UFO para la venta de entradas. Armamos un circuito de venta, no existía la tecnología online. Cerré con UFO y American Express, fueron decisiones de avanzada. Fue fuerte porque me acuerdo que la cancha de River era Coca Cola y nosotros empezamos a llevar Pepsi. Le poníamos stickers a los vasos y se vendieron más de 100.000. Fueron tres jornadas de show en las que se vendieron casi 180.000 tickets.Tuvimos buenas experiencias, sobre todo con el padre de Michael Jackson, fue increíble. También estuve con él, interactúe, le hice de chofer, estuve en su hotel, fuimos al Alto Palermo. Era un personaje particular, aniñado, pero fue una experiencia importante para mí, tenía 22 años.

Sin parar

“En los siguientes 30 años me sucedió una seguidilla de cosas que me llevaron hasta acá, no paré. Pude aprender cómo funcionan los estadios, la organización, la parte social, la parte de las hinchadas, la policía, la municipalidad, todo el circuito y lo que significa. Desde ese lugar fue un gran aprendizaje. Yo en el trabajo encontré un lugar de escape, un refugio. Las cosas siempre me motivaron hacia arriba, en Argentina o en el mundo. A veces pensaba que un día debía aflojar y salirme de todo eso, y sentí que Mar del Plata era mi ciudad”, afirma Marcelo.

¿Qué fue lo primero que hiciste en Mar del Plata?

La Banda del Golden Rocket, como productor. Me fue muy bien. Después, me parecía que tenía que poner una semilla en esta ciudad, y el deporte lo era. En marzo del 92 desarrollamos el Juego de las Estrellas, porque a mí siempre me gustó el básquet, las mascotas de la NBA y el juego de la liga. Siempre hablábamos en la asociación sobre cómo podríamos ayudar al básquet y a los chicos, y se me ocurrió hacer el Juego de las Estrellas durante muchos años.Ahí empecé en Mar del Plata, creo que desde algún lugar fue mi primer desarrollo en la ciudad. Junté a todas las escuelas de básquet e hice un laburo súper mágico para meter entre 12.000 o 13.000 personas en el estadio. Me acuerdo de esas jornadas maravillosas, las camionetas, las jirafas, las plazas y las acciones en los campus.

También fuiste socio de Héctor Cavallero, cuando pusiste el restaurant bar Mamá Concert.

Mamá Concert era la empresa que había traído a Michael Jackson a la Argentina, entonces le pedimos al dueño de la compañía si podíamos quedarnos con el nombre para la Argentina. Le pusimos así al local de la costa y a una playa en Pinamar, en la que asociamos a Juan Alberto Badía. En medio de esto, el año anterior habíamos hecho La banda del Golden Rocket en el Teatro Provincial, en el verano del 93, con Cavallero de socio.

¿Cuánto tiempo organizaste el Juego de las Estrellas?

El primero lo hice en el año 94, y de ahí consecutivamente hasta el 99. Anduvo muy bien, fue muy fuerte. Yo llevaba a mis abuelos y para ellos era mágico. Disfrutaban y se sentían parte. En medio de esos años pensé en venirme a vivir a Mar del Plata y surgió el tema de la radio. En 30 años se me pasan muchas cosas por la cabeza y hay otras que paso por alto, pero me acuerdo de haber traído a Luis Miguel a Mar del Plata, al Estadio Mundialista.

¿Cómo te fue?

Regular, súper difícil.

¿Cuándo trajiste a tus abuelos para Mar del Plata?

Vinimos todos en el año 93. Yo trabajaba y ellos descansaban. Compré un departamento en la calle Almirante Brown al 2300, fue el primero, y en el 95 compré uno en el edificio El Pampero, que fue mágico.Tengo la imagen grabada de ellos y mis tíos mirando el mar. Los mejores momentos los pasamos ahí.

Nueva etapa

¿En qué momento fuiste cambiando tu perfil hacia los medios de comunicación?

En 1995, cuando empecé con Estudio Playa y Estudio Nieve junto a Juan Alberto Badía. Ahí arranqué otra etapa, algo distinto, y yo pensaba que debía tener un desarrollo de radios en el interior de Argentina e ir recorriendo el país. Armamos un camión para ir con los estudios a la nieve y al mar, fue comenzar a hacer un caminito de armar en ciudades estratégicas, una radio, dos o tres, en algunas tal vez un canal de televisión o hacia el futuro diarios digitales. Hoy soy responsable de la CNN en Argentina para América Latina y tenemos 54 radios en mi grupo. También diarios digitales y siete programas de televisión desde el país hacia América Latina que produzco para CNN en español, que se transmite desde Buenos Aires para toda la región. CNN Radio es una idea que nació desde Mar del Plata, todas mis ideas importantes nacieron acá en Mar del Plata, siempre la ciudad fue mi gran disparador.


¿Cómo nace Espacio Clarín?

Muchas veces en silencio, en estos 30 años, hice muchas cosas para la ciudad. Mucho laburo para el ADN, para vincular, para hacer notas que se transformen en noticias, hacer cosas que le den a Mar del Plata anclas diferentes, implementar distintas ingenierías para que la ciudad siga siendo la famosa “Feliz”,la que veíamos cuando éramos chicos.
Invertí en la ciudad, en recurso humano, en apostar a determinados negocios, hasta que hace cerca de 14 años empezamos con un proyecto en la calle Alberti. Al principio fue Espacio Perfil y luego se transformó en Espacio Clarín. En ese proceso entendí cuál era mi camino con el Grupo Clarín y con los medios de Argentina. Ya éramos referentes, ya producíamos y trabajábamos con muchos periodistas, manejábamos a varios artistas, todos pensando en qué más podíamos darle a Mar del Plata. En lo personal, me pareció que lo mejor que podía hacer era comprar un teatro donde nunca habría un negocio, para eso se compraba, y llevarlo a ser el teatro privado más importante de la Argentina. Esto sin tener la capacidad inicial de saber a dónde iba a llegar, pero sí sabiendo que lo iba a terminar y que iba a ser distinto. También intentando involucrar al Teatro Colón de Buenos Aires y descentralizar su escuela para traerla a Mar del Plata. Tardé casi cinco años y siete meses (en recuperar el Tronador) pero por suerte el teatro se pudo terminar y hoy está encendido, poniéndose en marcha. Tenemos más de 100 alumnos en la escuela y ahí estamos, entrando en una etapa y en un proceso distinto.

¿Por qué se terminó el Espacio Clarín?

Me parecía que era un ciclo cumplido. Los vecinos fueron maravillosos, les cortamos 15 o 20 veces la calle. A mí me parecía que había que transformar Espacio Clarín en un lugar social y cultural de Mar del Plata. Para mí el teatro era una herramienta, igual que la Plaza del Agua, que era un lugar que estaba abandonado en la ciudad. Creía que con herramientas de comunicación y el mundo cultural que nos rodea, Mar del Plata iba a tener un ancla, se iba a convertir en un ícono y en un lugar como merece ser.

Desde ese lugar dudé sobre si seguía o no, y en eso soy firme porque parece fácil, pero nosotros en 13 años hicimos 2769 shows en Espacio Clarín. Desde la calle Alberti publicamos más de 5.000 páginas en Clarín, sacamos más de 30 tapas,hicimos siete lanzamientos de temporada a todo volumen, con el acompañamientode todos los medios en Buenos Aires. El ciclo está cumplido. Tengo hasta ahora 34 Martín Fierro ganados, tres de Oro.

Como una persona de medios, ¿cuál creés que es el impacto de los smartphones?

El 85% de lo que hoy se ve en redes sociales se mira a través de un celular. El teléfono pasó a ser una herramienta de vida para más del 90% de la sociedad mundial, para bien o para mal, porque cuando las cosas son utilizadas sin criterio se empiezan a transformar y confundir.

Neustadt era un tipo de mirada profunda”

En una de las paredes de su casa, Marcelo González tiene una foto con el fallecido periodista Bernardo Neustadt, con quien solía conversar. “Él tuvo una infancia muy dura. A mí me gusta leer y hablábamos mucho de Borges, de Piazzola. Él era hincha de Racing y yo de Independiente. Tuvimos un lindo vínculo. Era un tipo de una mirada muy profunda.
Me reunía con él en Bajo Martínez los sábados a la mañana y era maravilloso. El traía empresarios y me dejaba escuchar. Yo metía la cuchara y hablábamos de las ideas. Hay una mirada final demasiado injusta sobre él”, considera.

Tenés tu base de operaciones en San Martín y Santiago Del Estero, en el centro de la ciudad. ¿Por qué elegiste ese lugar?

Me parecía que era una esquina mágica. Ahí tengo una foto con mi abuelo una semana antes de morir, la tengo en el teatro ahora, fue en esa esquina con dos payasos. La foto tiene más de 20 años. Me parece que es un desafío ponerle cabeza, creo que hay que renovar y traer cabezas que han modificado ciudades. Cuando empezamos con la Plaza del Agua traje a varios equipos de trabajo para ver el sonido y cómo trabajar, porque Mar del Plata tiene gente con mucho talento y bien preparada, entonces está bueno mezclarla con gente que está activa y que ya ha hecho prueba y error. En esas situaciones creo que la ciudad está en un proceso, transitando hacia esa posición.

¿Cómo maduraste desde tus inicios trabajando siendo un niño hasta llegar a tu situación y posición de hoy? ¿Qué aprendiste?

Cuando arranqué, lo primero que tuve presente fue que no quería tener hambre y no quería pasar frío, y que me daba mucho temor ir al Hospital Fiorito. Eran prioridades en mi vida, entendí que para romper esa barrera y que nadie comprara mi voluntad yo tenía que tener recursos propios para tener sueños y libertad sobre mí mismo. No nos maneja el tiempo; los sueños, las ideas y los proyectos nos manejan el tiempo de vida. Yo aprendí a perder y recibí más “no” que “sí”, eso me dio mucha fortaleza.Siempre seguí pensando de la misma manera y hoy, con 54 años, pienso igual: primero me motivan los sueños, si no tuviera sueños no sería mi vida. Tengo dos hijos, María Paz, que tiene 25 años, es ingeniera en sistemas y ahora vive en Berlín. Y León, un nene que cumplió 9 años y que es un gran desafío, el ser papá y mamá. Es maravilloso porque es como tener un turbo en tu casa. Si algo me faltaba a mí era eso, y León lo es, un gran motivador. Y por supuesto también María Paz.

¿Cómo te definirías?

Soy intenso, me gustan los sistemas de trabajo, me gusta la excelencia, me gusta cumplir objetivos, tener claridad y entender para qué hacemos lo que hacemos y a dónde queremos llegar. Me gusta disfrutar mi teatro, tal vez no me alcanza el tiempo para otras pequeñas cosas, pero mi vida es simple. No hay nada que no volvería a hacer o a vivir, y creo que no me va a alcanzar la vida útil para terminar todos los sueños que tengo en la cabeza. Los tiempos de esos procesos no dependen solo de mí, es un acontecimiento de muchas pequeñas situaciones para que eso se forme y explote. Soy un gran hacedor, empujo inagotablemente, creo que lo más relevante es una sola palabra: confianza.

No podría vivir si no estuviera rodeado de afectos y gente que me quiere de toda la vida, que conocen tus logros, frustraciones, egos, vanidades. No todo es perfecto, pero mi vida está bien y es un lindo momento. Muchas veces pensé en venir a vivir definitivamente a Mar del Plata, sin duda es mi lugar. Lo pensé y lo pienso.

Es el lugar en el cual me gusta vivir y me gusta despertar.

El éxito y la rentabilidad

Entro al teatro y es un lugar lleno de afectos, de hechos, situaciones, colores, una mecánica de energía positiva”, asegura Marcelo González. Hacer cosas cuando uno no está ordenado es difícil y complejo, los cambios son rotundos y las cosas tienen un sentido. Primero tienen que tener éxito: ninguna idea, realización o proyecto tiene sentido si no tiene éxito. Después del éxito analizamos si es rentable o no y si tiene que serlo, la vida no pasa solo por la plata. El éxito y la rentabilidad son dos cosas que separo desde siempre. Uno aprende que para entrar en el carril en el que yo entré, lo primero que hay que tener en claro para construir poder es que uno no puede negociar su interior. En general muchos son vulnerables, tienen necesidades, hay acuerdos y situaciones, y yo no era negociable”, agrega.

“Tengo objetivos, creo, entiendo, analizo, puedo saber o no, pero nunca haría algo que no tenga buen olor. Jamás haría algo con lo que no pudiera ver a mis hijos a los ojos”, acota.

Un comentario

  • Mariano dice:

    en serio?? este tipo no puede pisar Avellaneda de tanta gente que cagó… practicamente se tuvo que fugar de acá… quien es el verde que hace esta nota?? bah, debe ser una nota paga…

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